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¡Él vive en ti!

Mateo 10,26-33

El 4 de julio de  1976, hacia los dos de la mañana, en Buenos Aires, Argentina, un grupo de hombres con armas largas ingresaron a la parroquia de san Patricio; al poco se escucharon algunos fogonazos. Al día siguiente, por la mañana, un extrañado grupo de feligreses esperaban en la calle que abrieran la iglesia para la primera misa del día. El organista decidió ingresar por una ventana. Encontró los cuerpos de tres sacerdotes y dos formandos, de la congregación de los padres palatinos (fundados en Italia en 1835, por el P. Vicente Palati, como Sociedad del Apostolado Católico). Junto a sus cadáveres, además de algunas pintas de victoria, había un cartel de Mafalda, aquél en que ella señala la macana de un policía y anuncia: "¿Ven? Este es el palito de abollar ideologías?" En España, donde se encontraba entonces, Quino, el caricaturista, confesaría el dolor de ver allí su imagen. Y también había un recado: "Estos zurdos murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes". Eran una comunidad religiosa comprometida con el pueblo pobre de Argentina, que vivía una terrible dictadura. Décadas más tarde, el entonces Arzobispo de Buenos Aires, el Cardenal Bergoglio, consultó entre los obispos argentinos la pertinencia de introducir la causa de martirio de la comunidad palatina, pero no encontró consenso entre ellos. El Arzobispo de Buenos Aires sólo puedo introducir la causa cuando ya no era el Cardenal Bergoglio sino Poli. Porque Bergoglio había sido elegido Papa y, con el nombre de Francisco le dio su respaldo.

De esto advierte Jesús a sus discípulos. Jesús sabe que el anuncio del Reino de Dios y de su justicia es peligroso. Por eso, antes de enviarlos a predicar con obras y palabras, les advirtió: "Los envío como ovejas en medio de lobos". Los lobos representan al imperio de Roma, y Roma a los imperios de todos los tiempos. A los que prefieren la oscuridad en lugar de la luz, a los que prefieren la mentira en vez de la verdad; a los que prefieren la corrupción en vez del esfuerzo, a ellos les estorba el mensaje del Reino y sus mensajeros. El peligro entonces se vuelve una constante. De ahí las palabras de Jesús: no tengan miedo, por lo menos no a los que matan el cuerpo. Porque el cuerpo puede morir, pero la muerte no destruye a los hijos de Dios, porque la muerte está vencida. Algo de eso han vivido los periodistas y activistas sociales de nuestro país, que han sido víctimas de espionaje. Que haya espionaje no es ninguna novedad. Sólo que ahora tenemos el hilo de la madeja en la mano, y constatamos, dice Zepeda Patterson, que en este país es más fácil matar que denunciar una muerte. En ese contexto, la declaración del presidente de que ninguna vida ha sida afectada es cuando menos, como afirma Denisse Dresser, poco inteligente. O muy desafortunada, o muy cínica o un poco de todo. ¿O no afecta saber que tu vida ha perdido privacidad, intimidad y que cuanto haces, dices y comunicas está permanentemente expuesto a ojos de mentes dispuestas a hacer exhibir lo que ellos decidan, cuando lo decidan porque así les conviene? ¿Dónde queda, entonces, la libertad de conciencia, que incluye el derecho a la privacidad y a la intimidad? La misma ley eclesial ha respetado este principio: En conciencia, ni la Iglesia. Con todo, los espiados no se han dejado paralizar por el miedo, y han ratificado su compromiso con la verdad.

Pero no todo lo que nos persigue es necesariamente político. En todos los ámbitos hay fuerzas superiores a nosotros mismos que nos amenazan y nos hacen sentir miedo. En el rey León, el joven Simba, luego de encontrarse con Nala, su amiga de la infancia, reconoce una noche ante Rafiki, el mandril, su miedo, el desamparo que experimenta desde la muerte de Mufasa, el rey león que fue su padre, al que cree que muerto por su culpa. Cuando una vez, de niño desapareció, Mufasa le llamó la atención. Hacia el final, el pequeño reconoció su miedo, y preguntó a su padre si él también sentía el medio. El rey le enseñó a no dejarse vencer del miedo, sino a confiar en él mismo. Dijo al pequeño que las estrellas son antiguos reyes que se fueron al cielo, y desde ahí nos cuidan y acompañan. Cuando pasaron los años, Simba se preguntaba por su padre. En medio de la noche, bajo las estrellas, como nubes amorfas se ensamblaron para formar el rostro de Mufasa, cuya voz se dejó escuchar para decirle al hijo: "¡Me has olvidado!" Simba reclamó, no ha podido olvidarlo, pero Mafasa insistió: "Si has olvidado quién eres, me has olvidado a mí". Luego, Rafiki invitó a Simba a buscar a su padre en el agua. El joven observó, pero sólo se vio a sí mismo y desilusionado, exclamó: "¡No está! ¡Es sólo mi reflejo!" Rafiki le desveló el secreto: "¡Él vive en ti! ¡Está en el agua! ¡En la verdad! ¡En tu reflejo! ¡Está en ti! ¡Ten fe! ¡Él vive en ti!"

Las palabras de Jesús van en esta misma línea. Y en las palabras de Mufasa y de Rafiki podría resumirse esta certeza que Jesús nos comunica: ¡Dios vive en nosotros! ¡Está en nosotros, cuidando de todos los que estamos aquí! Lo vemos en el agua, pero no en un agua cualquiera, sino en el agua del bautismo, en la que fuimos hechos hijos, en la que nos sumergimos en el Espíritu de Jesús, por el que compartimos con él la muerte para también compartir con él la eternidad! Es cierto, la vida nos es adversa muchas veces, como a los pájaros que son vendidos por apenas dos monedas, pero que no conocerán la caída sin también experimentar la providencia de Dios. Es verdad, la vida un buen día se nos vuelve noche, y recordamos con nostalgia el sol que se llevó la vida del día; perdemos la esperanza del sol del amanecer, que destruye la oscuridad y el frío de la noche. Por eso es en la noche cuando sentimos miedo y nos sentimos solos. Pero es en la noche cuando que tenemos que caminar,;es en la noche cuando tenemos que aprender a confiar en Dios. Una cosa es tener miedo y otra ser cobarde. El miedo siempre estará ahí, pero no la cobardía, no cuando sabemos que es Dios mismo el que vive en nosotros. Por eso hay que recordar una y otra vez quiénes somos, porque si nos olvidamos quiénes somos, olvidamos quién es nuestro Padre. Y que Él está aquí, que no sólo vive en nosotros, sino que nosotros vivimos en Él, de tal modo, y con tan apasionada intensidad que Jesús puede decir que tiene contados los cabellos de nuestras cabezas. Por eso, ¡hay que hacernos camino, verdad y vida! ¡Por eso no hay que rendirnos ni entregarnos! ¡Por eso no hay que bajar los brazos, ni permitir que el miedo venza a la confianza en que el Aquél que es el Amor!

¡Está en nosotros! Y está en la verdad. Si Dios es la verdad y nosotros somos su reflejo, el mundo lo descubrirá cuando nos comprometamos con la verdad, y con aquellos que nos la comunican. Dios es camino. Si Dios es historia, el mundo lo descubrirá cuando nos hagamos camino, historia de salvación. Si Dios es vida, el mundo lo descubrirá cuando nos pongamos al lado de aquellos a quienes la vida les es arrebatada. Por eso hay que confiar en Aquél que vive en nosotros. Quizá venga el fracaso y aún la muerte. No importa. Esto de no tener miedo y tener confianza nos lo ha dicho el que murió en la Cruz. Pero los que mataron su cuerpo no destruyeron su vida. El Dios que vive en nosotros lo levantó de entre los muertos. El Dios que está aquí. El que cuida de todos los que estamos aquí. 

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