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En el cielo, sentado a la derecha del Padre

Mateo 28,16-20

En 1964 Posa Films estrenó El Padrecito, teniendo como protagonista a Mario Moreno "Cantinflas". En ella encarna al P. Sebas, que llegó a la parroquia del pueblo para apoyar al P. Damián, el P. Danubio como lo llama en la cinta. En el día de la fiesta patronal, el P. Sebas hace de todo, desde las fritangas hasta la corrida de toros, porque la estrella invitada, el Moreliano, "fracturóse el hueso sacro, el muy bendito". A mitad de verbena, Cantinflas se hizo cargo de la mesa de la lotería, con el muy mexicano estilo de cantar cada una de las imágenes o símbolos de las tarjetas. 

La fe de la Iglesia, como sucede con algunos relatos bíblicos, se ha expresado de una manera análoga, utiliza imágenes o símbolos que han de ser inmediatamente explicados para que su mensaje originario sea comprensible. Se ha recurrido al símbolo, por su puesto, porque de otra manera es imposible la comunicación de dicha verdad. Los símbolos hablan de realidades ciertas y verdaderas, pero imposibles de asir conceptualmente. Hablar de símbolos no significa hablar de ficciones. Curiosamente, al credo de fe más antiguo de la Iglesia, el definido por el Concilio de Nicea, en el año 325, se le llama "Símbolo de los Apóstoles". 

En este credo, la Iglesia confiesa: "Creo en Jesucristo nacido de María Virgen, concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Padeció bajo el poder de Poncio Pilatos. Fue crucificado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso." En esta confesión hay algunas imágenes evocadoras, suscitan inmediatamente algunas explicaciones. Entre ellas, que Jesús subió al cielo.

La primera imagen que aquí hay que evocar es la del descenso a los infiernos. Ella quiere señalar la realidad humana de la muerte de Jesús, que no fue fingida ni ha de ser atenuada. En la lógica del tiempo, Jesús, luego de ser crucificado, había bajado al lugar de los muertos, el sheol judío, el hades griego, o el infierno latino. Su descenso también evoca la crueldad de su muerte, que lo colocó en el máximo abarramiento posible. Le corresponde, como consecuencia de la resurrección y de la justificación que el Padre le hizo, una subida, una exaltación o glorificación, como también se comenzó a decir para hablar de la resurrección como realidad última y definitiva de Jesús. 

El cielo mismo es otra imagen. El cielo habla de Dios mismo. En él vivimos, nos movemos y existimos. El cielo es la realidad habitada por Dios. Que Jesús haya subido al cielo significa que vive plenamente en Dios, sin límites ni condicionamientos de ninguna clase. Una imagen más es la de Jesús sentado a la derecha del Padre. Estar a la derecha del trono del Rey es la máxima distinción de la que alguien podía ser objeto. Que Jesús esté sentado a la derecha del trono significa que ha sido exaltado a la mayor dignidad posible, no quiere decir que el destino de Jesús sea estar sentado, sin poder hacer nada más. En uno de los capítulos de su divertido libro Una historia del mundo en diez capítulos y medio, el inglés Julian Barnes, muestra los absurdos a los que se llega cuando el símbolo no se comprende, sino que se lee de manera literal. Así, el cielo para él sigue siendo tiempo y espacio, largo y aburrido.

Hay símbolos que no están en el Credo. Por ejemplo, Galilea. En el evangelio de san Mateo, hacia el final, Jesús resucitado envía a sus discípulos la orden de ir a Galilea, donde podrán verlo. En el evangelio de san Lucas, Jesús sube al cielo el mismo día de la resurrección; en los Hechos de los Apóstoles, del mismo autor, Jesús sube al cielo cuarenta días después de la resurrección. En cambio, en el Evangelio de san Mateo, Jesús no se va, sino que permanece resucitado con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo. ¿Contradicciones? Más bien una misma realidad narrada, expresada recurriendo a diferentes símbolos. Nadie desconoce la realidad simbólica del número cuarenta, como si con ello se nos quiera decir que ha sido toda la vida de Jesús la que ha sido exaltada.

Pero volviendo a san Mateo, la indicación de Jesús es ir a Galilea, ahí es donde Él se deja ver y ahí es donde permanece. Galilea, entonces, es el cielo. Galilea el símbolo, no la Galilea que está al norte de Tierra Santa. En Galilea, Jesús ha curado enfermos, ha comido con los pecadores, ha multiplicado el pan y los peces, ha aceptado a las mujeres como discípulas. Cuando vemos a  los enfermos con el corazón compasivo de Jesús, cuando incluimos a los excluidos, cuando nos comprometemos con la defensa de la mujer y su igualdad con el varón ahí es Galilea, en ellos se deja ver Jesús, y ahí comienza el cielo.

Un símbolo sugestivo de nuestra fe es el juicio final. Jesús volverá para juzgarnos. Evoca el momento de enfrentarnos con honestidad con nuestra propia historia en la presencia de Dios, sin disimulos ni pretextos, cuando tengamos que reconocer que estuvimos frente al otro y preferimos la indiferencia, nos ganó el miedo o el egoísmo, y con dolor y vergüenza pediremos perdón en voz alta, momento difícil que terminará cuando el otro, nos dé su perdón, cuando Jesús y el Padre nos den su perdón, apelando a su misericordia, entonces terminará esa realidad evocada con la imagen del purgatorio. Entonces se nos dará la vida en plenitud, la vida en Dios, el cielo. ¿Y lo que se hizo mal? Como basura que es, será arrojada para ser destruida para siempre a ese basurero escatológico conocido como infierno. Sin perder de vista que los hijos de Dios, aunque cometamos bajezas, nunca somos basura porque no dejamos de ser hijos. Me recuerda la escena hacia el final de La vida es bella, en que los nazis, antes de la llegada de los aliados al campo de Aushwitz, destruyen con fuego los papeles que puedan comprometerlos. Con la diferencia de que en el infierno, es Dios quien destruye nuestra maldad, para que nunca más el pecado nos defina ni pese sobre nuestra conciencia. 

Quizá ahora podamos evocar más ricamente aquello que confesamos en el Símbolo de la fe: que Jesús, crucificado, descendió a los infiernos, fue levantado de entre los muertos al tercer día y subió al cielo, y está sentado a la derecha de Dios, Padre de vida y de misericordia.

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