"Juntas dos cosas que no se habían juntado antes. Y el mundo cambia. La gente quizá no lo advierta en el momento, pero no importa. El mundo ha cambiado, no obstante." Con esta reflexión comienza Julian Barnes su libro de relatos Niveles de vida. En el primero, las dos cosas que no se habían juntado antes fueron la aeronáutica y la fotografía, cuando a mediados del siglo XIX el francés Felix Tournachon, conocido como Tournadar o simplemente como Nadar, comenzó a realizar las primeras fotografías desde las alturas, desde un globo aerostático, más allá de las nubes, donde ya no hay silencio, sino la sombra del silencio. Se tardó diez años en tener una fotografía de buena calidad. Pero a partir de entonces el mundo cambió, basta pensar en los mapas de Google, y en los navegadores satelitales para comprobar hasta qué punto.
Esta noche a la que llamamos "buena", celebramos con gozo y gratitud el nacimiento de Jesús, nacido de María, la Virgen esposa de José, en quien se juntaron lo divino y lo humano; la eternidad con el tiempo, el cielo con la tierra. Y el mundo cambió. La gente no lo advirtió entonces, y a más de dos mil años, hay gente que parece empeñarse en no advertirlo. Pero en Jesús, Dios hecho hombre, el mundo comenzó a cambiar. Pero el cambio no ha culminado. Y lo necesitamos. Necesitamos el cambio y necesitamos a Jesús.
Yuval Noah Harare, Doctor en Historia, recién ha publicado su libro: Homo Deus. Breve historia del mañana. Lo menos, es un libro inquietante. Hemos transitado, dice el autor, de miles de años de creer en el dioses y en mitos, a una etapa en la que el humanismo se volvió la religión. De una humanidad que tuvo a Dios o a dioses como su centro, la humanidad se tuvo así misma como su centro. De buscar cumplir la voluntad de Dios, de tener a Dios como autoridad ética y estética, pasamos al reinado de la razón y de los sentimientos como fuentes de autoridad y de belleza. De alguna manera, la humanidad, si no toda una buena parte, firmó un pacto de humanismo, en el cual cada ser humano fue reconocido como igual valor, a pesar de sus diferencias sociales, y este valor se materializó en el voto y en el dinero: en las elecciones y en el mercado. Se ha enfatizado como valor supremo la libertad junto con la vida y la felicidad.
El humanismo supuso una revolución cultural basada en la ciencia y en la tecnología, puestas primero al servicio del ser humano, tal como existía o existe. Y entonces, por señalar un ejemplo, decimos que la medicina es curar a los enfermos, pero la verdad es que ahora la financiamos también y sobre todo para prevenir enfermedades y para fortalecer al organismo, para mejorar nuestras capacidades físicas e intelectuales y, por qué no, para retrasar o, mejor aún, evitar la muerte. Y un buen día, pues, lograr ser dioses, ser homo deus, hombre Dios. Por eso nos viene bien celebrar la navidad, para darnos cuenta que el camino para ser Dios es el camino de Jesús, que Jesús, cuyo nacimiento celebramos, es el Dios que se hace hombre y que, por lo tanto, el camino de la divinización no es el hacernos más, tener más o poder más; hacerse no más fuerte, sino como Jesús, débil con los débiles; mortal con los mortales; vulnerable con los indefensos; fraternos con los excluidos; comensal con los que tienen hambre; solidarios con los cansados y agobiados; y signos de esperanza activa y festiva con los que han perdido las ganas de vivir.
"Junta dos cosas que no se habían juntado antes, y el mundo cambia." Quizá María y José no se dieron cuenta entonces, cuando el niño nació y lloraba y hubo necesidad de cambiarle los pañales. Pero entonces el mundo había cambiado. Los primeros cristianos no celebraban la navidad, quizá al día siguiente de la crucifixión, tras la brutalidad de la muerte injusta de Jesús y ante la roca del sepulcro cuando la salvación estaba ya lograda y el mundo había cambiado, los discípulos de Jesús no se habían dado cuenta. Pero el mundo había cambiado, no obstante. En Jesús en la cruz, en Jesús resucitado, en la salvación lograda por él, el mundo estaba cambiando. Comprendieron después que desde que comían con él, ellos, las mujeres, los extranjeros, los leprosos, los pecadores y las prostitutas, el mundo estaba cambiando; que el mundo estaba cambiando desde que Dios crecía en Nazaret y vivía del trabajo de sus manos, aunque no lo percibían. Que el mundo cambió desde que Jesús nació y en su nacimiento se juntaron dos cosas que no se habían juntado antes: lo divino con lo humano, lo eterno con lo temporal, el cielo con la tierra.
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