2 Macabeos 7; Lucas 20,27-38
"Durante mis vacaciones no leí casi ninguna revista de actualidad, así que me estoy poniendo un poco al día", dijo Mafalda a Felipe al poco de regresar de sus vacaciones en la playa. "Y encontré aquí una frase, Felipe... ¡qué frase!" "¿Qué frase?", preguntó él. Respondió ella, con el dedo en alto: "'Es más digno morir de pie que vivir de rodillas'", y se alejó leyendo la revista. Se cuestionó Felipe, sonrojado: "Y digo yo... ¿será muy deshonroso subsistir sentado?"
A ciencia cierta nadie sabe de quién es la frase, algunos la atribuyen a Dolores Ibárruri, la histórica líder del comunismo español; otros, al mexicanísimo Emiliano Zapata; o al escritor y caudillo cubano José Martí. Pero hay verdad en la frase. Los textos de la liturgia de este domingo hablan de la vida y de la vida más allá de la muerte. Pero antes y sobre todo hablan sobre el sentido de la vida, de una vida con libertad. Más valiosa es la libertad que la vida, donde hay gente que da la vida por la libertad. Nelson Mandela, cuenta en su autobiografía, creía de niño que era libre porque corría y jugaba donde quería, pero cuando perdió la ingenuidad de la infancia se dio cuenta que la verdadera libertad se la habían arrebatado, y entonces comenzó a añorarla.
Más que la vida biológica, lo que importa es el sentido que le damos a nuestra vida, aquello que hace que la vida sea digna de ser vivida, digna de ser rescatada, resucitada. En nuestra fe, lo sabemos, somos imagen y semejanza de Dios. Yo creo que lo que nos hace imagen y semejanza de Dios es la libertad, imperfecta y limitada, porque somos creaturas, pero la libertad es atributo divino. Sor Juana Inés de la Cruz escribía que lo que nos hacía semejantes a Dios es la inteligencia, somos una libertad inteligente. Otros piensan, y estoy de acuerdo, que lo que nos asemeja a Dios es la misericordia, la capacidad de amar. Somos también, una libertad amante. Escribe Mandela: "Siempre he sabido que en el fondo del corazón de todos los seres humanos hay misericordia y generosidad. Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su procedencia o su religión. El odio se aprende, y si es posible aprender a odiar, es posible aprender a amar, ya que el amor surge con mayor naturalidad en el corazón del hombres que el odio."
El segundo libro de los Macabeos conserva el relato de siete hermanos que dieron muestras de su libertad y de su amor por Dios, el Creador de todo. Obligados por el rey Antíoco Epífanes, prefierieron el martirio antes que ser infieles al Señor y deshonrarlos. La madre los animó recordándoles que era Dios y no ella quien les había dado la vida; y que confiaba en que al final el Señor los resucitaría como premio por su fidelidad. En ellos vemos que hay valores más importantes que la vida misma: Dios, el amor, la misericordia, la libertad. Son los valores del evangelio.
Cuando Jesús disputa con los saduceos, lo hace en el Templo de Jerusalén, ciudad a la que ha entrado montado en un burro; ha expulsado a los vendedores del Templo; y ahí los sumos sacerdotes, los saduceos y otros buscaban la manera de darle muerte y para ello le tendían trampas. En sus respuestas a todos ellos Jesús se muestra inteligente, pero sobre todo se muestra libre, asume su libertad para hablar de Dios; muestra la libertad como un valor superior a la vida, y muestra que para él el ser humano es un valor superior a la Ley, a despecho de los fariseos, a quienes previamente les había contado por eso la parábola del Buen Samaritano; otros lo acusaron de zelota, grupo que buscaba la libertad del pueblo por la vía armada, y quienes también promovían no pagar impuestos a los romanos, por eso le tienden una trampa preguntándole si era o no lícito pagar el impuesto al César y conocemos la respuesta, inteligente pero ante todo libre.
Finalmente, llegan también los saduceos con malas intenciones planteándole una pregunta sobre la vida después de la muerte. No es que Jesús tuviera la intención de dictar una conferencia sobre el más allá. Está en la mira, le han tendido una nueva trampa, y Jesús habla con libertad de Dios y de la libertad que Dios quiere para sus hijos, por eso apela al texto en el que el Señor pide a Moisés ir ante el faraón para obtener la libertad para su pueblo, los hebreos. En su respuesta, Jesús muestra que después de la muerte, hombres y mujeres no se casarán, afirma con ello que en la vida de la resurrección las relaciones interpersonales serán diferentes, no serán más las relaciones machistas y verticales de su tiempo, sino relaciones horizontales de fraternidad entre hombres y mujeres igualmente libres, igualmente amados, igualmente hijos de Dios.
Y con ello queda claro que la vida de relaciones humillantes y excluyentes; la vida de la cobardía, de la indiferencia, del individualismo, no es una vida digna de ser resucitada. La vida comprometida con la justicia, con la libertad, con la igualdad, con la fraternidad es la vida que luego de cerrar los ojos a la noche de la biología, nos permite abrirlos para la eternidad y, al despertar, nos da el contemplar el rostro del Señor.
¡Por la dignidad que sólo nos puede dar Dios al nacer!
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