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Austeridad y Compasión: Pepe Mújica y el Reino de Dios

Lucas 16,19-31

Un hombre con un pasado de película, que ejerce el cargo con más poder de Uruguay. Así definía en 2012 la BBC de Londres a José Mújica, nacido en 1935 y Presidente de su país de 2010 a 2015. Tras la temprana muerte de su padre, su madre viuda saca adelante a su familia cultivando y vendiendo flores. Luego de comprender que lo suyo no era la universidad, decidió vivir de la tierra, pero poco a poco se fue dejando seducir por el comunismo, por el socialismo, por el marxismo; y creyendo que con ellos podía construir un mejor país, un país menos pobre y más justo, se enroló en el movimiento de los Tupamaros, una guerrilla de izquierda nacida, contaría él años más tarde, de un puñado de jovencitos de veinte años que le declararon la guerra al gobierno; y se pregunta, ¿qué podían contra un ejército profesional? Sobreviviente de seis tiros que le dio la policía en una de las varias veces en que lo encontraron, pasó 14 años en la cárcel, aislado enteramente, torturado; habría enloquecido de no haber sido por el orinal que le llevó su madre a la cárcel, y al que él se apegó como a un único vestigio de su dignidad. Recobrada la libertad, se dirigió al país con un mensaje en el que aseguró no buscar la venganza llamada justicia, sino seguir junto al pueblo, especialmente los jóvenes, y luchar juntos por alcanzar sus sueños de bienestar y felicidad.

Entonces nació formalmente su carrera política. Primero diputado, luego senadoryministro de agricultura, ganadería y pesca, por su convicción de que la tierra podía ayudar a Uruguay a destruir el hambre y la pobreza, hasta ser finalmente elegido Presidente de la República, logrando, más allá de los números, ser lo que pocos logran: un presidente del cual su pueblo se sintiera orgulloso. Nunca perdió su austeridad. No se cambió de casa, no cambió de auto; no consideró oportuno comprar un avión para el presidente de la República, de esos que no tiene ni Obama, no cayó en la oferta fácil de bajar su sueldo, porque eso conlleva mayor corrupción, pero consideró que con el 10% de su sueldo, sumado al de su esposa, era suficiente para su vida. Consciente de que la burocracia no tenía la creatividad ni el trabajo de los empresarios, fue criticado por la izquierda tradicional; pero decía que estaba consciente que el muro de Berlín había caído y que él seguía siendo socialista, lo cual no servía de mucho si no había nada que repartir. La historia lo recordará con su facha de labriego alegre, grueso, sentado a la puerta de su casa, dejado el traje usado por recomendación de su amigo "Lula", presidente de Brasil, como estrategia política, no porque se sintiera agusto con él; su mirada reflexiva y los labios delgados siempre en actitud filosófica. Dos preguntas me quedan: ¿Cómo sería Pepe Mújica si fuera cristiano? Y, ¿por qué no nació unos ocho mil kilómetros más al noreste?

Escuchando las palabras de Jesús, me viene a la mente la imagen y la vida de Pepe Mújica. Aun cuando creo que Jesús no las contó para dar cátedra de austeridad, sino que la ocasión se dio viendo que los fariseos eran amigos del dinero y se burlaban de él. Y eso seguro le dolió. Lo cierto es que la parábola pone en el centro lo nuclear: no se trata simplemente de vivir con austeridad. A decir de quienes lo conocen, Carlos Slim es muy austero, tampoco ha cambiado de casa ni ocupa chofer, y para sus reuniones de trabajo pide comida de Sanborns. Pero su austeridad no es, por ejemplo, el amor explícito de la Madre Teresa de Calcuta, por Dios y por los pobres, por su experiencia del amor de Dios. Pareciera que Jesús se ha dado cuenta de que cuando no tenemos en el corazón el amor de Dios, lo suplantamos por la observancia escrupulosa de la Ley, como si en ello estuviera el sentido de la vida; o bien, llenamos el corazón con la acumulación de dinero como si tal cosa fuera el éxito y el sentido de la vida. Y ni una cosa ni otra. Pienso que el núcleo de la parábola está no tanto en la austeridad, que es importante, sino en el amor. El problema del hombre que banquetea no es su dinero, sino su corazón ciego, mezquino y egoísta, indiferente a los otros. Vive como si los pobres no existieran, como si el hambre no existiera, porque no ama. El problema es que el amor no esté en el centro y no seamos capaces de ver la historia y posicionarnos frente a ella a partir de la experiencia del amor cristiano.

Las marchas de ayer sábado 24 de septiembre en la Ciudad de México representan posturas que se han venido polarizando y que nos han hecho creer que el mundo es blanco y negro cuando es mucho  más complejo. Lo sé, porque en el ejercicio pastoral me ha tocado conocer casos de matrimonios aparentemente irreprochables, sólo que en la confesión se me ha dado a conocer que el padre o el abuelo ha golpeado a la esposa o ha abusado sexualmente de los hijos. Y he conocido parejas heterodoxas que son ejemplo de amor, respeto y fidelidad hasta la muerte. El mundo no es blanco y negro. Y no me creo que el sentido de la vida esté en la observancia ciega de una ley vacía de misericordia, del mismo modo que la acumulación de dinero y de poder no me son sinónimos de éxito y, por lo tanto, no le dan sentido a mi vida. A mí por lo pronto, frente al Señor, frente al hambre y la pobreza, frente a la indiferencia, frente al simplismo maniqueísta, me queda la necesidad de un profundo examen de conciencia en absoluta sinceridad y transparencia frente a Dios, y decirle, con palabras de una canción de Juan Luis Guerra:

Tu amor está completamente tierno...

Dime si mastico el verde menta de tu voz,
o le pego un parcho al alma, 
átame al pulgar derecho de tu corazón
y dime cómo está  mi amor en tu amor,
frío, frío, como el agua del río;
o caliente, como agua de la fuente; 
tibio, tibio, como un beso que calla 
y se enciende si es que acaso lo quieres.

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