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Navidad: luz y camino

Juan 1,1-18

La luz es única. Seguimos sin saber bien a bien qué es: si energía o materia. Lo cierto es que la luz es vida y nos une al misterio de Dios. Sin luz no sabemos por donde caminar, ni tan siquiera cómo somos o reconocer quiénes somos. El prólogo del Evangelio de san Juan habla del misterio del Hijo que es Palabra pero también luz. El libro del Génesis dice que al inicio lo primero que creó Dios fue la luz, pero no es la luz del sol o de los astros, porque éstos los creó Dios hasta el cuarto día. La Luz es Jesús, y el evangelio de san Juan nos dice que por Jesús, que es la Palabra, todo fue hecho, y que Jesús es la Luz de la vida, que vino a las tinieblas y que las tinieblas no pudieron sofocarla. 

Las tinieblas en el evangelio de Juan son el Imperio Romano, que hoy es el imperio neoliberal capitalista en que vivimos. Las tinieblas, estos imperios de oscuridad y de muerte siempre deshumanizan, son inhumanas. Jesús, en cambio, es Luz que nos permite ver y caminar de verdad, es la Luz por la cual sabemos quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. El imperio de oscuridad, en cambio, nos ofrece o, peor todavía, nos vende una identidad distorsionada; distorsiona nuestro rostro y el rostro de Dios, mas aún, lo quita del altar que corresponde sólo a Él, y vuelve a poner encima al becerro de oro para que lo adoremos, para que adoremos y seamos sumisos al poder, al dinero, a la fama. Las tinieblas nos ofrecen una identidad egoísta, que es falsa. 

Dijo Mafalda a Susanita: "A mí lo que me gusta de la navidad es que la gente se quiere mucho más." Y le confesó Susanita: "¡Cómo! ¿Vos también lo sentís así? ¡Cuánto me alegro! ¿Así que vos también te quieres mucho más en navidad? Yo hay que ver cuánto, cuánto, cuánto me quiero en navidad", dijo con una lágrima en el rostro.  Y conmovida se preguntó: "¿Por qué será que la gente se quiere mucho más en navidad?"

Este egoísmo es la oscuridad que tenemos que vencer, y sólo podemos hacerlo gracias a la Luz nacida con Jesús en Belén. No somos los que dice el Imperio, no valemos por lo que producimos, no tenemos un precio de mercado. Valemos lo que vale el Espíritu de Dios que hemos recibido, valemos lo que vale el Dios que hemos concebido en el corazón. Gracias a Jesús sabemos lo que somos y lo que valemos de verdad.

Hace algunos años se estrenó una película llamada Nacidos para matar. Hay también un libro que habla sobre el arte de los tarahumaras, del pueblo rarámuri, para alcanzar grandes velocidades, Nacidos para correr se llama. Jesús bien podría ser llamado "el nacido para caminar". Jesús no sólo es la Luz gracias a la cual podemos caminar en la verdad de Dios y de nosotros mismos. Jesús mismo es el camino, pero es también el compañero de nuestro camino. La Palabra se hizo carne, y plantó su tienda entre nosotros. La imagen se refiere a la historia del Pueblo de Dios en el desierto. Cuando llegaba la noche, se tendía el campamento y cada quien entraba en su tienda. También el Arca de la Alianza tenía su propia tienda. Y cuando volvía a salir el sol, cuando otra vez había luz, se desmontaban las tiendas y el pueblo proseguía su marcha. En Jesús Dios camina con nosotros, su pueblo. 

Somos un pueblo de caminantes de la historia. Y Jesús sólo es Dios con nosotros si camina con nosotros. Y siempre lo hace. Desde que caminamos a cuatro patas, cuando corremos en dos y cuando andamos en tres, como decía el enigma de la esfinge. Camina del amanecer al ocaso; en las buenas y en las malas, hombro a hombro y paso a paso. Circula en las redes sociales un proverbio chino: camina solo y llegarás más rápido; camina acompañado y llegarás más lejos. El imperio de las tinieblas quiere que caminemos solos, pero gracias a la Luz que nos ha nacido nos resistimos a caminar solos, nos resistimos a dejar que la historia se convierta en un basurero de hombres y mujeres a los que se quiere descalificar de "incompetentes", no queremos ganar a costa de nadie, y no queremos que nadie se pierda. Gracias a Jesús, la Luz nacida en la noche de Belén, sabemos que solos no llegamos a ningún lado, pero con Jesús, el Dios hecho hombre, el hijo nacido de María, la virgen esposa de José, llegaremos a la eternidad. 

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