Mateo 2,1-12
Cada año celebramos esta fiesta, y la llamamos la "Epifanía" o manifestación del Señor, pero empiezo a tener mis dudas de la pertenencia de este nombre. Yo sé que esta fiesta resalta el alcance universal de la manifestación de Dios en la persona de Jesús, y que la lectura del relato de los sabios de oriente, mal llamados "magos", habla de la universalidad étnica, apuntalada por la manifestación de Dios a los paganos por medio de la mal llamada "estrella de Belén", porque yo no puedo pasar por alto que la susodicha estrella como vehículo de comunicación del lugar en el que ha nacido el Emmanuel deja bastante que desear; incluso, las consecuencias de sus fallas de operación en el mundo del relato fueron mortales.
Sé también que la manifestación de Dios es universal socialmente hablando, puesto que incluye a los marginados del mundo del dinero y del poder, como lo son María y José, que viven en la pequeña Belén, y no en Jerusalén, la rica y engalanada capital del reino, donde viven Herodes y la élite religiosa. Creo que bien a bien, el versículo que realmente habla de la manifestación de Dios en Jesús es el versículo 1, en el que se nos dice que Jesús nació en Belén en tiempos del Rey Herodes. Lo cual no es poca cosa, puesto que pone de relieve que el Dios con nosotros se ha hecho presente en un lugar pequeño, entre los marginados por un sistema imperial dominador, esclavizante, déspota y homicida, como lo era el imperio romano. Este sólo detalle basta para sorprendernos, cualquiera pensaría que Dios se habría manifestado bajo categorías de poder o de grandeza, pero resulta que más bien optó por una sincera empatía y una absoluta solidaridad con los pequeños, de manera que su liberación comienza desde abajo y con los de abajo.
No obstante, el relato está protagonizado por los sabios de oriente, de los cuales no tenemos mayor información que la que podemos deducir de su escueta caracterización: que vienen de oriente y se dedican al estudio de los astros, y que no forman parte del pueblo elegido. Que sean tres, que se llamen Melchor, Gaspar y Baltazar, que viajen en camello, caballo y elefante, que sean güero, moreno y afroafricano (América no era conocida), que sean rico, clasemediero y pobre, que hallan observado una supernova o una conjunción de Júpiter y Saturno es cosa de totalmente de nuestra imaginación, más o menos ilustrada. El relato no dice nada de ellos, pero las acciones del relato comienzan cuando ellos se presentan en Jerusalén preguntando por el recién nacido rey de los judíos. De tal manera que el relato de la epifanía es más bien la historia de unos buscadores de Dios.
Y en efecto. A pesar de lo pobre (una) y lo incierto de la estrella, los sabios se ponen en camino para buscar al recién nacido rey. Lo hallaron porque lo buscaron. Recuerdo al profe Poncelis, cuando nos decía en clase que los sinónimos perfectos no existen, y aclaraba: "se halla lo que se busca, se encuentra lo que sale al paso". Los sabios hallaron a Dios. Se empeñaron en buscar sus signos, se afanaron en leerlos, es decir, en interpretarlos y entenderlos, pero sobre todo, se pusieron en camino. Antes de ir a la escuela, Mafalda puso una X en una hoja en blanco, luego la dobló y la metió en un sobre sobre el que puso tres X, y echó el sobre en un buzón, y regresó a casa cargando la sillita sobre la que se paró para alcanzar la rendija diciendo: "Menos mal que los reyes son magos, porque si no jamás sabrían lo que les pedimos los analfabetos." Son magos porque saben leer, interpretar y actuar en consecuencia.
No así los sacerdotes de Jerusalén. Ellos tenían una manifestación o revelación más clara de Dios. Tenían las Escrituras, la oración de los salmos, la liturgia del Templo, sabían el tiempo y el lugar del nacimiento del Mesías, pero no lo buscaron y mucho menos lo reconocieron. Pareciera que no les importaba, y al final hablaban de lo que tenían en sus manos y, sin embargo, no lo conocían aunque creyeran que sí. Peor fue el caso de Herodes. Ni lo conocía ni lo buscaba, pero en cuanto llegaron a sus oídos noticias del recién nacido rey, quiso darle muerte.
Los relatos bíblicos están escritos de tal modo que nos identifiquemos con alguno de los personajes. Vergonzoso si somos como Herodes y Dios viene a ser un rival que no nos deja ser felices, si nos estorba para realizarnos y nos resulta mejor y más cómodo eliminarlo de nuestra vida. Triste si somos como los sacerdotes de Jerusalén, si a pesar de las Escrituras, la liturgia y la oración, no nos ponemos en camino para buscar y hallar a Dios fuera del templo. Espero que nos identifiquemos con los sabios, con los que saben buscar a Dios y hallarlo en la humanidad de Jesús, que es la humanidad del pueblo de Dios; en la propia humanidad y en la propia historia; si lo buscamos, seguro lo hallaremos.
Querido Amigo cada vez me Sorprendes más, muy buena reflexión
ResponderEliminarAbrazos, querido amigo
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