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Zaqueo y la conversión de Jericó

Lucas 19,1-10

Pues así son las cosas. De repente parece que uno ya conoce los textos y sus mensajes, y leyendo a diferentes comentaristas, resulta que los textos clásicos nos siguen sorprendiendo. Zaqueo es uno de los personajes más famoso de los evangelios, y eso que sólo aparece en uno de ellos, en el de Lucas. Publicano (servidor público en el cobro de impuestos), es un hombre socialmente mal visto, traidor al pueblo, pero Jesús ha mostrado ya antes que no comparte como prejuicio el desprecio general hacia los publicanos, hace unas escenas puso a uno de ellos como modelo de humilde acogida a la misericordia de Dios. Pero Zaqueo, en cambio, no es un publicano cualquiera, es jefe de publicanos, así que además de traidor es considerablemente rico. Y en el evangelio de san Lucas a los ricos no les ha ido muy bien. Así que uno como lector del evangelio no sabe de entrada si a Zaqueo le irá bien o mal en el encuentro con Jesús. 

A Zaqueo nos lo han puesto como ejemplo siempre. Que escuchando que Jesús pasaba no se quedó con la curiosidad, sino que se puso en movimiento para encontrarse con Jesús. Que si era chaparro, pero no se quedó corto en su ánimo y se las ingenió trepándose a un árbol para ver pasar a Jesús. Que no se hizo sordo a la voz de Jesús, sino que aceptó gustoso que Jesús se hospedara en su casa. Que no hizo caso de la gente, que criticaba a Jesús por hospedarse en casa de un pecador. Que el encuentro con Jesús lo cambió y para mostrar su conversión ofreció dar la mitad de su dinero a los pobres y devolver cuatro veces más lo que hubiera estafado a los contribuyentes. Y que Jesús salió al encuentro de un hombre pecador porque era un perdido más y Dios siempre sale a buscar y salvar lo que es suyo y estaba perdido. 

Al relato además le encontramos dos valiosísimos detalles: que es "hoy" cuando Jesús viene a nosotros y es "hoy" cuando tenemos la oportunidad de convertirnos; y que eso que trae Jesús hoy a Zaqueo y a toda su familia es nada más ni nada menos que la salvación, y por eso Zaqueo quedó muy alegre. Porque la salvación siempre causa alegría. Y la moraleja: un perdido salvado, gratuitamente, por supuesto. Porque primero habría sido el encuentro con Jesús de éste brotó la conversión, como humilde y generoso ofrecimiento del pecador perdonado sin condición previa de arrepentimiento.

Pero la lectura de un comentario de una biblista española me ha sugerido una nueva lectura de Zaqueo. Es contundente al afirmar que las palabras de Zaqueo a Jesús están todas ellas conjugadas en tiempo presente: ("Doy la mitad de mi dinero a los pobres", "restituyo cuatro veces lo que cobro de más"), y que no son el anuncio de una conducta futura ("daré la mitad de mi dinero a los pobres" y "devolveré cuatro veces lo que he robado"), sino la defensa de una conducta que es la ordinaria en él ("siempre he dado la mitad de mi dinero a los pobres" y "cuando he robado, devuelvo cuatro veces lo defraudado"). Las cinco biblias que tengo traducen en futuro, pero el texto griego, efectivamente, está escrito en presente. 

Y entonces resulta que el problema no es Zaqueo, sino la gente. Y en efecto, es la gente la que estorba a Zaqueo, y nadie es capaz de abrirle paso para que llegue adelante. Es la gente la que murmura y habla mal de Jesús porque decide hospedarse en casa de Zaqueo. Para la gente, y no para Jesús, Zaqueo es un perdido. Es la gente la que habla mal de Zaqueo, y es de la gente de quien se defiende Zaqueo frente a Jesús, y no es que se esté defendiendo de Dios delante de la gente. El problema no es que Zaqueo sea un publicano deshonesto, parece entonces que es hombre que trata de ser honrado hasta donde se lo permite un sistema social corrupto y deshumanizador. Pero lo que más deshumaniza a Zaqueo no es su propia vida, llevada con esfuerzo y sinceridad delante de Dios. Lo que más ha deshumanizado a Zaqueo es la crítica mordaz y destructiva de sus paisanos, que lo llaman perdido, que lo ven con desprecio, al que lejos de ayudar, ignoran; del que no saben decir una palabra buena, al que privan del derecho de ser visitado por Dios. ¿Y con qué derecho? Dios aceptó como verdad plena las palabras de Zaqueo.

A mí me parece que la gran lección de Jesús no fue para Zaqueo, sino la gente de Jericó: los criticones, la gente buena que no deja que otros se acerquen a Jesús, los prejuiciosos, los que se arrogan el derecho de juzgar lo que sólo toca a Dios juzgar, la conciencia y el corazón de cada uno de sus hijos. Para toda Jericó Zaqueo era un publicano, un perdido, un pecador. Para Jesús era hijo de Abraham, como cualquier otro; tan capaz del bien y del mal; como cualquier otro; tan vulnerable a las críticas destructivas, como cualquier otro, tan necesitado de Dios, de su justicia y de su salvación, como cualquier otro; tan humano y tan sincero como cualquier otro hijo de Dios. ¿Qué tal, entonces, que en lugar de hacernos el propósito de cambiar y ser más generoso y más honrado, nosotros, los que somos la Iglesia de Jesús, aprendemos a ser menos destructores de la dignidad humana de tantos hermanos nuestros a  los que negamos la dignidad de persona, de ciudadanos, de hijos de Dios y de salvados, a los que hemos etiquetado de "perdidos" y "pecadores", quizá sin razón, y con humildad y vergüenza oímos la voz de Jesús, que acepta la sinceridad y la nobleza de sus vidas, y dejamos de estorbarles su encuentro con Jesús?

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