Marcos 6,30-34; Salmo 23(22)
Situada luego del envío misionero de Jesús a sus apóstoles, de dos en dos, y de la narración intercalada de la muerte de Juan el Bautista a manos del rey Herodes, por la intriga de Herodías, la hija de su amante, Marcos nos presenta ahora el regreso de los discípulos misioneros y su frustrado descanso, ante la aparición persistente de una multitud necesitada que no deja de buscar a Jesús. Esta situación es la que da pie a la multiplicación de los panes, que no se lee hoy, sino la próxima semana.
Hay, sin embargo, dos detalles que traen a la mente el conocidísimo salmo 23(22). Primero, el detalle comentado por el narrador sobre la vista y el corazón de Jesús: que vio a la gente y se le estremecieron las entrañas, porque andaban como ovejas sin pastor. En el pasado del pueblo, Israel veía a Dios como un pastor, y ellos, los hijos de Israel, eran ovejas de su rebaño. A los gobernantes del pueblo se les asociaba también con la figura del pastor, porque guiaban al pueblo en el nombre y con la autoridad de Dios. Ahora, como ayer, Jesús constata que sus hermanos no tienen pastores de la talla de Dios, y ello le duele profundamente.
Segundo —que ya no veremos hoy ni la próxima semana, porque no leeremos la continuación de Marcos, sino el texto paralelo de Juan, que omite este detalle—, la invitación de Jesús a la gente para sentarse sobre la hierba verde. A mucha gente, al menos a más de uno de mis alumnos de Sagrada Escritura, le sorprendía que el evangelista dijera que Jesús invitó a la gente a sentarse sobre hierba verde. Si es hierba, dicen, ¡no puede no ser verde! No es que Marcos sea menso. Marcos tiene en la mente, y quiere traer a la mente de sus lectores, el salmo 23(22), el mismo con que alabamos a Dios en la Eucaristía de este domingo, que comienza diciendo: El Señor es mi pastor. En el salmo, el Pastor lleva a descansar a sus ovejas en hierba verde. Algunos traductores prefieren poner: hierba fresca, pero el texto original dice verde.
La conclusión de Marcos es obvia: Jesús es nuestro pastor. Y Jesús es pastor a la manera en que canta el salmo. Por eso, hoy los invito a leer y a orar con toda tranquilidad este salmo. Es bellísimo. Vale la pena poner atención en algunos detalles.
El salmo comienza y termina nombrando al Señor (El Señor es mi pastor… en la casa del Señor). Él está al principio de todo, y estará al final de todo. En algún momento nacimos de Él, y en algún momento, terminado el camino, Él estará ahí, esperándonos, recibiéndonos. Dios es el principio y el final. Dios todo lo envuelve, todo la abraza, y en medio de su abrazo, estamos nosotros. En medio del salmo, la frase: Tú estás conmigo. De principio a fin Dios nunca nos deja solos. Si un paso hemos dado, un paso ha dado Él con nosotros.
El salmo maneja dos imágenes: la de un pastor y la de un anfitrión. Caminar cansa. Caminar da hambre y sed. El pastor lleva al pasto a las ovejas para que descansen y coman, y las lleva a aguas tranquilas para que puedan beber, así renueva sus fuerzas. El anfitrión recibe en su casa, da a su huésped un banquete abundante, y llena de vino la copa. No sólo alimenta y renueva las fuerzas, Dios también renueva la alegría y da a la vida el sabor a fiesta. Para envidia de los adversarios, acota el salmo, porque en la Casa de Dios el banquete también sabe a justicia.
El camino a veces parece incierto. Prácticamente no sabemos mucho del futuro y, por lo tanto, de lo que nos espera en el camino. Más de una vez, decidir, caminar sin miedos ni dudas no es fácil. El salmo canta que el Señor es nuestro guía por la senda del bien, por amor a su nombre. Dios nos guía y abre para nosotros camino en Jesús, su hijo. Él es el Pastor, y Él es el Camino, por eso es a Él a quien seguimos, es su Palabra la que escuchamos, es su Vida la que nos alimenta, su Cuerpo entregado en el Pan el que renueva nuestras fuerzas, su Sangre derramada en el Vino la que renueva nuestra alegría.
El camino tiene sus peligros. La oscuridad ronda. Pero nada hay que temer, con su cayado sigue marcando el camino, con su vara nos defiende de las alimañas. La vara y el bastón de Dios nos dan seguridad. No hay lugar al miedo, porque Él está con nosotros, y llegaremos a nuestro destino, que es la casa del Padre, que nos recibió en su familia, la Iglesia, ungiéndonos con el aceite consagrado del bautismo. Nunca nos perderemos, habitaremos por siempre su Casa. Porque Él viene con nosotros, nos acompaña como lo que es, amor y bondad.
Vivir no es fácil para nadie. Todos hemos tenido miedos y luchas, todos nos hemos sentido cansados y desolados más de una vez, y más de una vez nos hemos visto entre sudor y lágrimas las manos vacías. Todos hemos confesado más de una vez nuestra fe en Dios. Muchas veces hemos creído con sinceridad que Dios es bueno y así lo hemos dicho a los demás. Hemos hablado de Dios. Como el cantor al inicio del salmo. Habla de Dios (el Señor es). El peligro, la inseguridad, el cansancio lo hacen cambiar; en los momentos difíciles habla con Dios (Tú estás conmigo… me preparas un banquete, llenas mi copa, tu amor me acompaña).
Creemos y confesamos nuestra fe en un Dios al que quizá alguna vez conocimos de oídas, pero al que también podemos experimentar en el camino como amor y bondad, como fuerza y alegría, como seguridad y descanso. Creemos y confesamos a Dios como alguien con quien hablamos en el peligro y nos salva, con quien hablamos mientras vamos de camino con Él como compañero, a cuya Casa nos dirigimos y en la que siempre habitaremos. Creemos y confesamos que hemos visto su rostro y hemos escuchado su Palabra. Sabemos que su nombre es Jesús, y a él gritamos desde los profundo del corazón, sintiendo como se renueva la fuerza, la esperanza, la alegría, la vida: ¡Tú eres mi pastor, nada me faltará!
Sin perder de vista que hoy las ovejas del Señor son pumas, les mando a todos un fuerte abrazo en este domingo, día de mi cumpleaños, día de María Magdalena, discípula llena de amor (pero no enamorada) por Jesús, y primer testigo (en femenino también es "testigo", si Josefina Vázquez Mota decía "testiga" es por su limitado conocimiento del español, nada reprensible para una ex Secretaria de Educación Pública) del Señor Resucitado.
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