El evangelio de mañana, como el de los próximos domingos, está en continuidad con el evangelio del domingo anterior. Capítulo 6 de san Juan. Léanlo. Recordemos brevemente. A Jesús lo busca una gran cantidad de gente por los signos que hacía con los enfermos; esto es, por la recuperación de vida que proporciona a quienes más necesitan de ella. Le da compasión esa gente que lo sigue. Por eso piensa en alimentarla. Para los Doce (Apóstoles), el dinero sería insuficiente para darles de comer a todos. Un muchacho, pobre, puso cuanto tenía para compartirlo. Jesús tomó los panes y los peces del muchacho, los bendijo y los repartió. Todos comieron hasta saciarse. Pero la multitud quiso proclamar rey a Jesús, y Jesús huyó solo a la montaña. El que comenzó la escena rodeado de una gran multitud, termina solo, incomprendido.
Después de esta escena, viene una que la liturgia se brincó "olímpicamente": Los discípulos se alejan del lugar en una barca. Jesús no va con ellos. Es de noche. Jesús alcanza a los suyos caminando sobre el agua. Al verlo, sus amigos piensan que se trata de un fantasma, de alguien que no es de este mundo. Jesús los tranquiliza: "¡Ánimo, soy yo!" Cuando quieren subirlo a la barca, ésta toca tierra. Después sigue la escena de este domingo: la gente encuentra nuevamente a Jesús. Jesús los confronta: no lo buscan por él, sino porque comieron hasta saciarse. Y uno se pregunta: pues sí, ¿qué no fue el milagro la multiplicación de los panes y los peces de tal manera que todos comieron hasta saciarse? Jesús los exhorta: ¡Busquen el verdadero pan, el que da Vida plena, que es él mismo!
Y es que la gente no comprendió el signo de Jesús (olvidémonos de la palabra "milagro"). El signo no fue que la comida se multiplicara. Si ése hubiera sido el signo, hoy tendríamos razón suficiente para reclamarle a Dios que no multiplicara la comida en nuestros días, cuando hay tanta pobreza y hambruna por todos lados. Muy cruel de parte de Dios si fuera el caso. La gente no percibió el signo de Jesús. No comprendió que a partir del generoso desprendimiento de un muchacho, bendecido y agradecido por Jesús, la gente fue capaz de construir fraternidad y justicia. Todos fueron capaces de sentarse como iguales en libertad y dignidad; como hijos de un mismo Padre fueron capaces de partir y compartir la comida; hombres y mujeres se vincularon de una manera distinta, donde el otro es hermano; hermano que comparte y que recibe, y no un desconocido que compite conmigo por la propiedad y la comida. Competir mata. Compartir da vida. Compartir nos da miedo, nos hace ver débiles y no generosos; competir y vencer nos hace ver fuertes. Eso es lo que reprocha Jesús. Se hartaron, pero no se alimentaron, porque no se llenaron de la vida nueva.
Por eso Jesús mismo pudo hacerse y es pan de vida. Porque no vino a competir ni a vencer a nadie. Vino a agradecer al Padre su vida, a tomarla, partirla y repartirla (compartirla) con quien estaba más necesitado, con los enfermos, con los hambrientos, los olvidados, los despreciados, los vencidos. Preferimos competir, o preferimos que nos den de comer cuanod sentimos que perderemos en la competencia. Nos ahorramos el verdadero esfuerzo: construir fraternidad, comer juntos como iguales en justicia y libertad. Queremos manipular a Dios. Queremos "subirlo" a la barca de nuestras ambiciones, de nuestras incomprensiones. Pero él no se deja manipular. Él pide que no lo veas como algo fuera del mundo porque no te invita a competir, sino a compartir. Y hacerle caso da miedo. Por eso tiene que decirnos: ¡no tengan miedo! ¡Yo soy! "Yo soy", en el Antiguo Testamento, es el nombre de Dios. Nadie podía pronunciarlo. Si Jesús lo hace caminando sobre las aguas es para decirnos que en él descubrimos la presencia de Dios que viene a crearnos de una manera nueva, como hombres y mujeres libres que crean fraternidad en justicia y libertad.
Feliz semana a todos. Un abrazo.
Miguel Angel, mj
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