Comer la carne de Jesús. Beber su sangre. Sin duda, claras referencias a la comunión eucarística. La discusión de Jesús con los judíos luego de la multiplicación de los panes, invita también a pensar en la eucaristía. Pero todo el discurso y la práctica de Jesús en este capítulo 6 del evangelio de san Juan sugieren algo más. Se intuye. Los mismos judíos se preguntan: ¿Cómo puede darnos a comer su carne? Hay que notar que el texto no dice "cuerpo", sino "carne". ¿Cómo beber su sangre, si en la mentalidad judía la sangre es vida y está prohibido beberla porque pertenece a Dios? Y Jesús insiste: " Si no comen mi carne, ni beben mi sangre, no tendrán vida."
Ya al inicio del Evangelio se nos dijo que la Palabra de Dios se hizo "carne". Carne es un término más bien usado para cadáveres. Parece, entonces, que Jesús invita a tomar su vida entregada voluntariamente por él hasta la muerte. "Beber su sangre" confirma la misma idea. Comer la carne de Jesús y beber la sangre significa entonces aceptar en nosotros la vida de Jesús como el único alimento que comunica la vida plena, definitiva, verdadera, aquella vida que sabe a eternidad, que se entrega sin temor ni reservas hasta la muerte; la vida que es Dios mismo.
Comer la carne de Jesús, beber su sangre. Decía algún anuncio publicitario hace no mucho tiempo: "Somos lo comemos". No es difícil ver imágenes de Homero Simpson con su panza y su cintura en forma de una gran dona. Somos lo comemos. Comer la carne de Jesús y beber su sangre significa ser Jesús, vivir la vida de Jesús: vida compartida, vida entregada, vida solidaria, vida agradecida;ésta es la vida que hace brotar la vida nueva, la vida que vence a la muerte, la vida que nace en la cruz, la vida del Señor que hace nuevas todas las cosas. Comer la carne de Jesús y beber su sangre es compartir su destino, hacer presente a Jesús en nuestro mundo lastimado por el hambre y el egoísmo; por el dolor y la injustica; hacer presente el amor del Padre en un mundo que prefiere caminar en tinieblas. Entregar la vida en un mundo y un tiempo en que la vida nos es arrebata de tantas maneras.
Comer la carne de Jesús, beber su sangre, compartir su vida: no es algo ajeno a nosotros. Desde el bautismo formamos parte del único Cuerpo de Jesús. ¡Ya somos Cuerpo de Cristo! Cuerpo que se nutre y se sostiene de la vida y el destino de su Señor, Cuerpo que se congrega alrededor de una misma mesa, come un mismo pan y bebe de una misma copa. Cuerpo que se alimenta de la misma fuerza y las mismas esperanzas: las de Jesús, que partió su pan y bebió su copa confiando en el Padre que, no pudiendo bajarlo de la cruz, sí pudo rescatarlo de la muerte y restituirle la vida de gloria que nos ofrece hoy a nosotros en su carne y su sangre.
Comer la carne de Jesús, beber su sangre. Comer y beber su vida. Vivir su vida como don agradecido y nuevamente entregado. Por eso san Agustín solía invitar a la comunión eucarística diciendo: "Reciban lo que son. Sean lo que reciben".
Un abrazo,
Miguel Angel, mj
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