Marcos 1,12-15 Un día caminaba Felipito por la calle, y vio a un lado una lata vacía tirada en el suelo. Se paró detrás de ella como si fuera un jugador de futbol, pero se dijo a sí mismo: “¡El grandulón pateando latitas!” Se fue cabizbajo, con las manos en los bolsillos. De pronto, se dio media vuelta, regresó muy decidido, sonriente, pateó sonoramente la lata, y se regresó reprochándose: ¡Qué desastre! Hasta mis debilidades son más fuertes que yo!” Seguro era cuaresma. Porque en otra ocasión estaba recostado de lo más cómodo en su sillón, y se dijo: ¡La de gente que estará haciendo cosas importantes, mientras yo estoy aquí tirado!”. Se enderezó un poco y se preguntó a sí mismo: “¿No me da vergüenza?” Se sorprendió a sí mismo: “¡Ah!, ¿cómo, no me da?” Y volvió a recostarse, reconociendo, entre cínica y sinceramente: “Nunca termina uno de conocerse.” No era cuaresma y estaba en modo cínico. Es tradición de la Iglesia escuchar el primer domingo de cuaresma el relato de las tentacion