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Mostrando entradas de marzo, 2019

Lo que no tiene nombre. Como el amor de Dios.

Lucas 15,1-3.11-32 Mi relación con Amazon ya no ha vuelto a ser lo mismo. Desde que me cobraron 3 veces el rompecabezas de 10 mil piezas, del techo de la Capilla Sixtina, que pedí para el P. Gabriel, a quien presté mi cuenta. Me sentí como las parejas cuando están al borde del divorcio. Tuve que acudir a las instancias civiles pertinentes y presentarme en las audiencias digitales para dirimir con “la parte proveedora” mis quejas. Me veía ridículo buscando que me dejaran seguir comprando, pero no estaba dispuesto a perder el registro de mi kindle con los más trescientos libros que ya tenía en él. Pobres libros electrónicos, ellos resintieron mi disputa, durante todos esos meses apenas habré leído algunas páginas de ellos (señal de que las parejas no deben permanecer unidas únicamente por los hijos, porque los hijos son los primeros que lo resienten). Finalmente recibí la razón y, aunque no hubo disculpa de por medio, logré que se activara mi cuenta.  Entre los libros que pasaro

San José: "El silencio más fino"

Hace 20 años, justo el 19 de marzo, murió el entrañable Jaime Sabines. Me enteré hasta el día siguiente, cuando desperté y mi madre, que sabía de mi admiración por el poeta chiapaneco, me dio la fatal noticia, antes siquiera de darme los buenos días. Apenas hace unas semanas, con intensa emoción, sentado a la mesa del comedor en una casa de la histórica colonia en que vivo, me enteré que esa era, precisamente, la casa en donde había vivido Sabines, y que atrasito estaba su famosa guirnalda. Tuve la fortuna de estar presente en el homenaje que se dio en Bellas Artes, en los meses previos. Si cierro los ojos, puedo escucharlo, nítido:  Los amorosos callan.  El amor es el silencio más fino,  el más tembloroso, el más insoportable.  Los amorosos buscan,  los amorosos son los que abandonan,  son los que cambian, los que olvidan.  Su corazón les dice que nunca han de encontrar,  no encuentran, buscan.  Los amorosos andan como locos  porque están solos, solos, solos, 

La Transfiguración de Anselmo

Lucas 9,28-36; Génesis 15 Lo vi morir antes de que muriera, lloré su muerte antes de su sepelio; también celebré su vida plena antes de que resucitara. Me refiero a Anselmo, mi amigo sacerdote y monje benedictino. Nos conocimos el 17 de enero de 2013, en la reunión del Decanato, en la Parroquia de San Cosme. Yo acababa de llegar como vicario al Espíritu Santo; y él, también como vicario, a la parroquia del Santo Niño de la Paz. Desde entonces fuimos buenos amigos y habituales comensales. Con el paso del tiempo, fui testigo del peso de la cruz que llevó a causa de diferentes enfermedades graves, que tocaron sus órganos vitales y terminaron por arrebatarle la vida el pasado lunes, tres minutos antes de la media noche. Tenía 39 años.  A finales de febrero del año pasado, primero por amistad y segundo por estrategia, Anselmo pasó unos días en nuestra parroquia, por su mayor cercanía con el hospital donde era atendido, en comparación con la abadía donde residía. La noche del sábado

Tentaciones: Cuestión de identidad

Lucas 4,1-13 “Soy un mago. Muchos dirán “ilusionista profesional”, pero a mí me gusta más “mago”. Creo que todos los seres humanos somos magos, pero la mayoría no ejerce. Me gusta creer que yo sí. Practico mi magia, no sólo mis trucos, cada día de mi vida.” Con estas palabras se presenta a sí mismo el mago argentino Norberto Jansenson. Sin duda, se trata de alguien que sabe quién es.  Jesús sabe quién es. Nosotros también, su genealogía y la escena previa del bautismo en el Jordán, en donde se escuchó la voz del Padre, no deja ninguna duda: es su Hijo amado. Antes que una cuestión de fuerza o de resistencia, la escena de las tentaciones refleja un asunto de identidad. Tampoco es pertinente preguntar por la historicidad literal de la narración, que en realidad es un síntesis simbólica de la vida de Jesús. El Cuarto Evangelio, el del Discípulo Amado, muestra cómo Jesús huye ante la muchedumbre que quiere proclamarlo Rey. Más que un momento puntual al inicio de su vida, se trata

Ni juicio ni condena: misericordia

Lucas 6,39-45 “Comprensión y respeto”, dijo Miguelito a Mafalda, “eso es lo importante para convivir con los demás y sobre todo, ¿sabes qué?, no creer que uno es mejor que los demás. Porque así como hay mucha gente que a mí puede no gustarme, es lógico suponer que también yo puedo no gustarle a un montón de imbéciles, ¿no?”.  Comprensión y respeto. Palabras esenciales. Mylia, una de las cuatro protagonistas de  Jerusalén , novela de Gonzalo M. Tavares, “sentada en una silla incómoda, pensaba en las palabras fundamentales de su vida. Dolor, pensó, dolor era una palabra esencial.” El dolor en ella era crónico. En las palabras de Jesús, misericordia y humildad son también palabras esenciales. De hecho, las imágenes que maneja Jesús en el evangelio tienen sentido a la luz de los versículos anteriores, los que escuchamos la semana pasada: la invitación a ser misericordiosos, como el Padre es misericordioso; a no juzgar y no condenar para no ser juzgados ni condenados. En esta l