Lucas 2,22-40 “Una biblia de piedra”, exclamó Antonio Gaudí, refiriéndose al Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, en Barcelona. Y lo es. Una biblia de piedra, de luces, de colores. Por donde uno la vea, todo es una gran evocación al Creador, al Dios hecho hombre, al Salvador, a su Cruz, a su Gloria, tanto en su exterior, con sus imponentes fachadas, las que ya están terminadas: la del nacimiento y de la pasión; como las que aún están inconclusas, la de la Asunción y la de la Gloria; como su interior, sostenido por columnas que evocan palmeras del paraíso y el martirio de los cristianos sobre cuya sangre, derramada como la de Jesús, el Señor, se levanta la Iglesia. Sobre la puerta principal, de bronce, llamada Puerta de la Eucaristía, por el interior, con grandes letras, está escrito el padrenuestro. Recorrer la Sagrada Familia, bajo majestuosos vitrales de todos los colores, desde los tonos más caprichosos y encendidos, hasta los más suaves y delicados, es como caminar por