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El corazón lleno de nombres

Mateo 5,17-37

Recuerdo perfectamente que fue el día que conocí Real de Catorce, el pueblo fantasma de San Luis Potosí, hace más o menos un par de años. Había dado yo unas conferencias en la capital potosina a un grupo de profesores laicos de los colegios de una congregación de religiosas. Me habían dicho varias personas que no era posible que habiendo ido tantas veces a San Luis Potosí, nunca hubiera ido a Real de Catorce, que a fin de cuentas no quedaba tan cerca como suponía. Terminé mi mañana de trabajo, y me dirigí a conocer el bellísimo lugar. Me acompañaba como chofer mi compadre. Como era sábado y teníamos que volver a la Ciudad de México, viajamos prácticamente de noche. Para que mi compadre no se durmiera, me puse a leerle en voz alta un libro que acaba de descargar en mi kindle, y que había leído hacía unos veinte años. Sin embargo, la belleza del libro no fue suficiente para contrarrestar el cansancio que sentía. De una animada y debatida lectura, poco a poco se me fueron cerrando los ojos, y las palabras del texto se fueron mezclando con las palabras que dictaba mi inconsciente, hasta que fui arrebatado irremediablemente al reino de Morfeo.

Donde el corazón te lleve se llama el libro, de Susana Tamaro. Olga, mujer anciana, que ha perdido a su única hija en un accidente, presintiendo cercana la muerte, decide confiar su vida, la verdad de su corazón, a su nieta, que estudia en Estados Unidos. La novela es el compendio de estas cartas. En una de ellas, hablando de su verdadero amor y de las verdaderas razones por las cuales se casó con su marido, Olga afirma: 


El único maestro que existe, el único, verdadero y creíble, es la propia conciencia. Para dar con ella hay que mantenerse en silencio -en soledad y en silencio-, hay que estar sobre la tierra desnuda, desnudo y sin nada alrededor, como si ya estuviéramos muertos. Al principio no percibes nada, lo único que sientes es terror, pero después, en lo profundo, lejana, empiezas a oír una voz (...) Si la vida tiene un sentido -te dirá la voz- ése sentido es la muerte. Todas las demás cosas sencillamente giran alrededor de ella. Vaya descubrimiento, observarás a estas alturas, vaya hermoso y macabro descubrimiento, que hemos de morir lo sabe hasta el último de los hombres. Es cierto, con el pensamiento lo sabemos todos, pero saberlo con el pensamiento es una cosa y saberlo con el corazón es otra completamente distinta.

El corazón, pienso yo, el corazón y no sólo el pensamiento es la clave para comprender a Jesús, para comprender sus palabras. El pensamiento, la razón, la investigación bíblica y teológica nos ayudarán para comprender en primer lugar, que Jesús ha enseñado a la sus discípulos a la vista de una multitud de pobres y desposeídos con hambre de comida y de justicia. Frente a ellos, Jesús pide a sus los suyos ser luz del mundo y sal de la tierra, ¿de qué modo? Viviendo según la voluntad de Dios, viviendo según la alianza. No se trata de conocer los diez mandamientos, y demás prescripciones, como las abstinencias cuaresmales, memorizarlos y luego obedecerlos a rajatabla. Es eso muy simple y muy complejo. Se nos dan recetas que luego nos cuesta seguir al pie de la letra. Para llegar al umbral de la muerte, diría Olga, y darnos cuenta de que así vivida, nuestra vida no tuvo sentido. Ahí topa el pensamiento.  dirá: "¡pero si sumó méritos y confesó sus pecados!" ¿Y amó?

Esclava de prejuicios, convencionalismos, miedos, tradiciones, Olga descubrió después de su matrimonio que no se había casado por amor. A veces, como seguidores de Jesús, la letra nos esclaviza, y perdemos de vista el espíritu, el corazón de la Ley. Jesús habla de la plenitud de la Ley y de los profetas. Es decir, del corazón de la Ley que, habla de lo que hay en el corazón de Dios: amor por sus hijos, a los que quiere ver comiendo y cantando alrededor de la misma mesa, a todos. "No matarás" es el respeto a la vida del otro, que es sagrada por ser imagen y semejanza de Dios; pero quien insulta, muestra el vacío de amor que hay en el corazón, y ésa es la razón, en último término, de todo asesinato. La invitación a la reconciliación fraterna antes de ofrecer el sacrificio en el templo, es elocuente: Lo importante es la persona, no el sacrificio, y quien piensa lo contrario, no da gloria a Dios, porque no lo conoce. Las palabras de Jesús sobre el divorcio y el adulterio van en la misma línea: el matrimonio es sagrado porque las personas son sagradas. Pero lo importante son las personas, no el lazo. Y si entre las personas no hay amor y respeto, no hay matrimonio cristiano, así haya habido agua bendita y argollas de oro.  Aún más, lo primero de lo que Jesús está hablando, es de la mujer, que también es imagen y semejanza de Dios. El divorcio entonces era privilegio del varón, para el cual la mujer era una posesión más, como la tierra o los animales. La postura de Jesús ante el divorcio es en realidad una postura de Jesús y de Dios, el reconocimiento de la dignidad sagrada de la mujer, que también puede fallar, pero necesita ser acogida y comprendida como lo que es: hija de Dios.

Esto es lo que debe estar en nuestro corazón. Si en el corazón está el espíritu de Dios, nuestros gestos y palabras transparentan el amor de Dios; ello supone siempre la sinceridad caritativa, y excluye por tanto la hipocresía. Por eso la invitación a no jurar: en esta lógica, jura el que no es veraz, jura el que no tiene un corazón que atestigüe la verdad de sus intenciones, jura el hipócrita, que con su juramento quiere ocultar el frío hueco de su corazón; ¡y nosotros cantando "¡te lo juro por Dios que me mira!". Si el corazón, si el Espíritu de quien somos imagen y semejanza -que ama a sus hijos por encima de todo-, es la voz de la conciencia, en la vida podremos tener errores y fracasos, pero no equivocaremos la vida. Escribe Pedro Casaldáliga, religioso claretiano nacido en Cataluña, obispo en Brasil al lado de los últimos y de los excluidos, poeta del evangelio:


Al final del camino me dirán:
-¿Has vivido? ¿Has amado?
Y Yo, sin decir nada,

abriré el corazón lleno de nombres.



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