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¿Les molesta que diga Cielo?

Lucas 24,46-53

El bar de las grandes esperanzas es un relato autobiográfico de J.R. Moehringer; una parte importante de su vida transcurre en el Bar "Dickens", donde el encargado de la barra es su tío Charlie. Al tío Charlie le gustan las palabras, las cuida, las usa con elegancia y precisión, de manera que puede hablar como un barista o como un académico. Cuando lo hace de esta última manera, siempre tiene el tino de disculparse. Así, cuando habla de verosimilitud, acota: ¿les molesta que diga verosimilitud?, ¿les molesta que diga ineluctable? Pareciera que en nuestros días, la cultura dominante, basada en la ciencia y en la tecnología, nos llevan al extremo de disculparnos cuando usamos el lenguaje de la fe. Pareciera que tendríamos que disculparnos cuando hablamos de Dios, de fe, de esperanza, del cielo. La ciencia es una mujer inteligente, pero muchas veces arrogante y envidiosa, lo digo sin machismo ni misoginia (¿les molesta que diga misoginia?), que siente celos y rivalidad frente a otras hermosas mujeres que hermosean nuestra historia, como la fe, las artes, la poesía, lo simbólico.

Un día preguntó Miguelito a Mafalda: "Cuando uno se muere, ¿adónde irá?" Ella le respondió: "Mi mamá me dijo que al cielo". Y luego de ver ambos para arriba, Miguelito preguntó emocionado: "¿Te contó detalles del lanzamiento?" Cuando decimos "cielo", en el lenguaje de la fe, no hablamos de arriba ni de nubes, hablamos de una realidad de vida plena, simbolizada en la imagen utilizada por Jesús con especial predilección: la de una mesa alrededor de la cual los pobres tienen comida; los enfermos están curados; los enemistados, reconciliados; los pecadores, perdonados, los excluidos, acogidos; los muertos, resucitados. Pero estamos desacostumbrados a contemplar el cielo. Un día Mafalda contemplaba el cielo, y Manolito pasó junto a ella con la canasta de los mandados del almacén de su papá, y le preguntó: "¿Qué pasa, Mafalda? ¿Qué miras?" "El cielo, Manolito" "¿Por qué?, ¿qué hay?" "Nada, simplemente que es lindo mirar el cielo". Y viendo a su vez el cielo con curiosidad, Manolito cuestionó: "Bueno, aparte de ser una manera azul de perder el tiempo, ¿qué tiene de lindo?"

Hemos perdido de vista lo lindo del cielo; ello tiene graves consecuencias. Cuando un corredor compite, lo hace pensando en ganar el primer lugar. Si llegara en cuarto lugar, un conformista vería hacia atrás, contaría el número de los que llegaron después, y éstos le darían la excusa para sentirse bien, diría: "¡fui el cuarto entre cien!" Y se sentiría contento porque hubo otros noventa y cinco peores. Un ganador, en cambio, vería a los tres que llegaron delante, aprendería de ellos, los estudiaría, querría saber cómo llegar en primer lugar la vez siguiente. En la vida cotidiana pasa lo mismo. Si alguien se cae y se fractura, caemos en la tentación de pensar en lo peor y consolarnos, y decimos: "bueno, peor sería perder la pierna"; y cuando se pierde, se dice: "bueno, peor sería estar muerto"; pero cuando se muere, ¿qué se dice? Viéndolo bien, es un poco cruel esto. Los que sufren desgracias mayores, irreversibles, no podrían menos que sentirse abandonados y terriblemente desdichados. Y eso, ver que hay quien está peor que uno, sólo sirve para no ser quejumbrosos, pero el quejumbrismo (¿les molesta que invente "quejumbroso"?) no resuelve nada. Quejarse no cura heridas ni fracturas, no sana enfermedades, no sirve comida en la mesa de los pobres, no saca de la cárcel a los presos inocentes, no libera a los oprimidos ni mucho menos levanta a los muertos. Siguen ahí el dolor, la rabia, la frustración, el fracaso y la impotencia.

Contemplar el cielo es contemplar la vida plena que el Señor nos ha regalado en el bautismo, es vernos a nosotros mismos como somos de verdad, como seremos un día, la vida que correrá con día como vino de alegría sin final; contemplar el cielo es fuente de esperanza y la esperanza es una fuerza, la que de los ganadores, la de los que tienen la entereza y el coraje de gritarle al dolor, a la injusticia, a la pobreza y a la muerte: ¡están vencidos! Parece un sueño, hay que luchar por ellos, el cielo está abierto y viene el Hijo del Hombre para revestirnos de gloria y misericordia y sentarnos como Él, a la derecha del Padre.  Espero no les moleste que hable del Cielo, porque es tan lindo contemplarlo.

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