Mateo 22,34-40 Un día preguntó Miguelito a Manolito, mientras éste iba con su canasta repartiendo mandados: "A ti qué te parece, Manolito, ¿uno crece más del ombligo para arriba, o del ombligo para abajo?" Le contestó Manolito: "¡No tengo tiempo de contestar a semejantes estupideces!" Y siguió su camino, pero luego se detuvo en la esquina, se giró hacia la dirección en que estaba Miguelito, y le gritó: "¡Además, del ombligo para abajo uno crece menos, bestia! ¿No ves que está el suelo?" Como a Manolito, también a Jesús un día le lanzaron una pregunta; no era estúpida, pero sí malintencionada, los fariseos que se la plantearon querían ponerlo a prueba. Estamos en el Templo de Jerusalén, tras la entrada mesiánica de Jesús, y los diferentes cuestionamientos que recibió por su acción de arrojar los puestos de los cambistas y vendedores de animales. No era la primera vez que los fariseos ponían a prueba a Jesús, y no era la primera vez que él los derrot