Mateo 2,13-23
La indicación, como de pasada, hacia el final de la narración, de que José sintió miedo, es de gran importancia. José no es un superhombre. Tiene miedos, dudas, y eso nos pone en empatía con él. Frente a las muchas amenazas a nuestra vida, personal, familiar y social, también nosotros sentimos miedos e impotencias; José da ejemplo de confianza en Dios, a pesar del miedo hay que ser valiente; la indicación geográfica de que se establece con su familia en Nazaret, en el margen del pueblo judío, tiene un fuerte contenido simbólico: José ha sabido ponerse en los márgenes del imperio, ha querido vivir al margen de los convencionalismos patriarcales de su tiempo, y ha cambiado su rol en su familia, renunciando a ser dominador para ser servidor y protector de la vida.
Esta condición de marginalidad de la Sagrada Familia debe también ayudarnos a tomar posición ante los nuevos tipos de familia que aún hoy viven en los márgenes de la sociedad, pueden gustarnos o no, podemos entenderlos o no, pero ahí están: madres solteras, parejas del mismo sexo... no dejan de ser hijos de Dios y familia nuestra, y la Familia del Hijo de Dios se ha identificado con ellos en su condición de marginalidad. Menos mal que Dios no es como Susanita, que se enfermó sólo de soñar que su primer bebé se parecía a Manolito. No parece que el rechazo y la exclusión sean la respuesta más evangélica. Mucho tenemos que aprender y ensayar si realmente creemos que la humanidad es nuestra gran familia. El Papa Francisco ha convocado a un sínodo para tratar el tema de la familia. Creo que el Papa está realmente preocupado por el tema de la familia, particularmente por la cuestión de los divorciados, y lo que se viven con una pareja distinta a la de su matrimonio, y tendremos que aprender a convivir con nuevos modelos de familia sin por ello renunciar al ideal o modelo clásico de familia y de matrimonio, que son imagen de Dios. Es mucho lo que nos falta, y son también muchos los retos. Pero queda claro que si no formamos una sola familia, no lograremos ser de verdad la Iglesia de Jesús, que nació y dio su vida por todos, no sólo por los que se mantuvieron en el esquema tradicional de familia.
Se trata de la escena de la Huida a Egipto. La liturgia dominical suprime la segunda de las tres escenas que componen esta secuencia narrativa, que es la correspondiente a la muerte de los inocentes. Sin esta escena, el viaje a Egipto parece más un paseo que una necesidad. La escena se ubica después de que los Magos venidos de Oriente se retiran de la casa de José, en Belén. Y no podemos hacer de cuenta que no existió el peligro en la familia de Jesús, María y José, porque no hay familia que tenga una vida sin contratiempos.
Varios puntos habría que destacar de esta escena en el marco de la fiesta de la Sagrada Familia que celebramos este domingo. El primer punto que hay que destacar, por obvio que parezca, que el hijo de Dios se encarnó en una familia, porque el ser humano está hecho para vivir en familia, nadie nace ni vive en soledad absoluta, ni para sí mismo. Y no olvidar que la familia de Nazaret creció mucho más, no porque haya habido más hijos, sino porque no había las familias nucleares de ahora, sino que se iban aglomerando por tribus o grupos mas amplios de parientes, incluyendo esclavos.
Segundo, que la familia de Jesús se mantiene unida, María y José vivieron juntos el embarazo de ella, en las difíciles condiciones que suponía la concepción por obra del Espíritu Santo, según nos cuenta el mismo evangelio de Mateo; vivieron juntos la alegría del nacimiento de Jesús, y sortearon también juntos el peligro mortal de Herodes; hicieron juntos el viaje, compartieron su vida en lo próspero y en lo adverso, viviendo como propia la amenaza dirigida contra su Hijo, quien a su vez revivía en carne propia la historia de su pueblo, tantas veces perseguido a muerte. Juntos compartieron la amenaza, la persecución y el exilio.
Segundo, que la familia de Jesús se mantiene unida, María y José vivieron juntos el embarazo de ella, en las difíciles condiciones que suponía la concepción por obra del Espíritu Santo, según nos cuenta el mismo evangelio de Mateo; vivieron juntos la alegría del nacimiento de Jesús, y sortearon también juntos el peligro mortal de Herodes; hicieron juntos el viaje, compartieron su vida en lo próspero y en lo adverso, viviendo como propia la amenaza dirigida contra su Hijo, quien a su vez revivía en carne propia la historia de su pueblo, tantas veces perseguido a muerte. Juntos compartieron la amenaza, la persecución y el exilio.
La indicación, como de pasada, hacia el final de la narración, de que José sintió miedo, es de gran importancia. José no es un superhombre. Tiene miedos, dudas, y eso nos pone en empatía con él. Frente a las muchas amenazas a nuestra vida, personal, familiar y social, también nosotros sentimos miedos e impotencias; José da ejemplo de confianza en Dios, a pesar del miedo hay que ser valiente; la indicación geográfica de que se establece con su familia en Nazaret, en el margen del pueblo judío, tiene un fuerte contenido simbólico: José ha sabido ponerse en los márgenes del imperio, ha querido vivir al margen de los convencionalismos patriarcales de su tiempo, y ha cambiado su rol en su familia, renunciando a ser dominador para ser servidor y protector de la vida.
Esta condición de marginalidad de la Sagrada Familia debe también ayudarnos a tomar posición ante los nuevos tipos de familia que aún hoy viven en los márgenes de la sociedad, pueden gustarnos o no, podemos entenderlos o no, pero ahí están: madres solteras, parejas del mismo sexo... no dejan de ser hijos de Dios y familia nuestra, y la Familia del Hijo de Dios se ha identificado con ellos en su condición de marginalidad. Menos mal que Dios no es como Susanita, que se enfermó sólo de soñar que su primer bebé se parecía a Manolito. No parece que el rechazo y la exclusión sean la respuesta más evangélica. Mucho tenemos que aprender y ensayar si realmente creemos que la humanidad es nuestra gran familia. El Papa Francisco ha convocado a un sínodo para tratar el tema de la familia. Creo que el Papa está realmente preocupado por el tema de la familia, particularmente por la cuestión de los divorciados, y lo que se viven con una pareja distinta a la de su matrimonio, y tendremos que aprender a convivir con nuevos modelos de familia sin por ello renunciar al ideal o modelo clásico de familia y de matrimonio, que son imagen de Dios. Es mucho lo que nos falta, y son también muchos los retos. Pero queda claro que si no formamos una sola familia, no lograremos ser de verdad la Iglesia de Jesús, que nació y dio su vida por todos, no sólo por los que se mantuvieron en el esquema tradicional de familia.
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