Para compensar la ausencia de dos semanas, comparto la homilía que prediqué, como miembro del Centro de Estudios Josefinos de México, en la Catedral de Ciudad Guzmán, en la Eucaristía del segundo día de trabajos del XI Simposio Internacional sobre san José, el martes 1o de octubre.
DIOS ESTÁ CON NOSOTROS
Salmo 87(86)
“Dios está con nosotros” es una fórmula que encontramos a lo largo de toda la Sagrada Escritura. Es el estribillo del salmo que hemos cantado esta tarde en la Eucaristía, en la que celebramos también la memoria de santa Teresita de Lisiex, Teresita del Niño Jesús.
Santa Teresita tuvo la oportunidad de visitar la Casita de Loreto y, en su visita, se gozaba imaginando la vida de la Sagrada Familia dentro de aquellas paredes. Imaginar es un ejercicio que a mí me gusta mucho, porque imaginar es un acto más del corazón que de la mente. A mí, la memoria de santa Teresita en este segundo día del XI Simposio Internacional sobre san José, me invita imaginar la vida cotidiana de la familia de Nazaret.
Me gusta imaginar al Niño y a su padre trabajando la tierra, abriendo el surco y arrojando los granos a la tierra, preguntando el pequeño a su padre cómo es que de la semilla echada en el surco crecía después la planta, entendiendo finalmente que en el calor de la tierra, debajo de ella y por encima de ella, Dios está con nosotros, trabajando, haciéndonos cuerpo de arcilla y soplándonos vida con su Aliento.
Me gusta imaginar al Niño, curioso, poniéndose él debajo del yugo, mientras José alistaba a los animales para la yunta, pidiendo suavizar el yugo, entendiendo que aún en los momentos más duros de esfuerzo y de fatiga, cuando regamos la vida con sudor, Dios está con nosotros.
Me gusta imaginar a José enseñando a Jesús a bendecir la mesa y a agradecer a Dios por el sustento, comprendiendo que en los momentos de hambre y de sed, cuando las fuerzas y el ánimo se vienen abajo, en la comida caliente, en el agua fresca, Dios está con nosotros.
Me gusta imaginar al pequeño Jesús contemplando a su padre sentado en la sinagoga; cómo José enseñaba a su hijo la historia de su pueblo, rememorando, reviviendo las grandes acciones de Dios, la Pascua, el camino por el desierto, el dolor brutal del destierro, la esperanza cumplida del regreso, el anhelo del Mesías prometido al Rey David, su antepasado, hasta caer en la cuenta, entre el relato y la celebración, que por el camino de la historia, entre los hijos de su pueblo, Dios está con nosotros.
Me gusta imaginar a José jugando con Jesús, riendo juntos, corriendo uno detrás del otro, la misma sonrisa en los labios, la misma alegría en el corazón; contentos porque Dios siempre está con nosotros.
Me imagino a Jesús y a José contemplando el cielo salpicado de estrellas de las noches de Nazaret, mientras el padre le cuenta la promesa hecha por Dios a Abraham de multipicar su descendencia, sabiendo que, acurrucado sobre su torso, cobijado por sus brazos fuertes y sus manos ásperas de hombre trabajador, duerme el Hijo eterno de la promesa, el que será llamado “el Emmanuel”, el Dios con nosotros. Me gusta imaginar el sueño de Jesús, la paz del niño que duerme tranquilo porque sabe que duerme bajo la custodia del hombre que ama con el corazón del Padre Celestial.
Me gusta imaginar a José con su hijo en los brazos, con este Hijo cuyo Cuerpo es la Iglesia, el pueblo de los bautizados, bajo cuya mirada el Hijo de Dios descubre con certeza que no hay peligro que temer ni siquiera la muerte, porque Dios está con nosotros, siempre, cuando más lo necesitamos.
Lo que no tengo necesidad de imaginar, porque es una verdad de la cual estoy seguro, que en san José Dios nos ha dado su rostro, y Él mismo se ha dado un nombre. El núcleo de la fe confesada en el Credo, el núcleo de la fe orada en las palabras del Señor, se comprenden mejor bajo la luz de san José: la confesión de Dios como Padre, la invocación de Dios como Papá. A mí me gusta confesar y llamar a Dios como Jesús llamaba a José, Papá, Papá Dios, como nos enseñan las mamás.
Dios está siempre con nosotros. Que san José nos tome de la mano, y nos ayude a estar siempre con Dios. Amén
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