Marcos 11,1-10 Es la lectura de la entrada de Jesús en Jerusalén, montando sobre un burro, y aclamado por la multitud, que lo vitorea con palmas de olivo. La escena ha quedado guardada en la memoria de la Iglesia como un acto de profunda humildad. La acción de Jesús contrasta fuertemente con la entrada de los prefectos romanos en la capital del pueblo judío, al que tenían sometido. La comparación es inevitable. Mientras que los representantes del poder político de Roma entraban montando caballos de guerra, Jesús lo hace montando un burro. Mientras a los prefectos romanos los recibían las élites, a Jesús lo recibe el pueblo. Mientras a los prefectos el pueblo los veía con miedo y con recelo, a Jesús el pueblo lo recibe con alegría. Mientras los romanos pisoteaban la dignidad del pueblo sometido, el pueblo recibe a Jesús tendiendo sus mantos a su paso. Es fácil común caer en la tentación de decir "¡qué humilde es Jesús!" Pero, insisto, es una tentación. No hay que apresu