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Mostrando entradas de junio, 2011

Insisto, ¡Dios es Amor!

Mateo 10,37-47 Después de haber escrito tanto y tan bonito la semana pasada sobre el amor de Dios, sobre Dios que es Amor, leyendo este fragmento del evangelio según san Mateo, prácticamente me siento con la obligación moral de dar una explicación sobre las palabras, duras, muy duras, de Jesús: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.” Si revisamos lo que hay en la narración antes de esta escena, el desconcierto es todavía mayor. Porque casi al inicio del evangelio hemos visto a José de Nazaret recibiendo como su esposa a María, embarazada por la acción del Espíritu Santo, aunque ello le supusiera renunciar al honor milenario de su familia, la estirpe real de David; lo vimos arriesgando su propia vida para salvar la vida de Jesús, el niño que Dios le había confiado como hijo, ante la amenaza asesina del rey Herodes. Lo mínimo, Jesús sería

Dios es Amor

Juan 3,16-18 Se trata de un fragmento de un maravilloso diálogo que tiene Jesús con Nicodemo, que ilustra perfectamente el sentido de la fiesta de este domingo, día de la Santísima Trinidad, día en que celebramos el misterio de Dios. Porque el nuestro es un Dios comunión, Dios que es comunidad, una familia. Y Dios es comunidad porque el amor necesita del amado. Dios es Amor. Dios ama siempre. Y ama tanto, que por amor creó cuanto existe; con su amor lo conserva y lo sostiene todo. Y tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo para que el mundo se salve. Hay mucho que decir sobre lo que es el mundo y lo que es la salvación, particularmente en el evangelio de Juan. Pero la nota dominante es el amor. De lo que no podemos dudar es que Dios es amor y siempre está amando. Quien cree esto, quien acepta esto, permanece en el amor. El amor es la primera verdad del ser de Dios. A Dios no se le puede tener miedo, porque el amor excluye el miedo. A Dios no se le puede ver como alguien lejano, po

Vida y Paz en el Espíritu Santo

Juan 20, 19-23 Es la segunda vez que Juan narra la entrega del Espíritu Santo por parte de Jesús. La primera narración tuvo lugar en la cruz; al momento de morir, inclinando la cabeza, Jesús "entregó el Espíritu" (19,30). El evangelista está hablando del don del Espíritu Santo, no está queriendo decir simplemente que Jesús murió porque se le fue el alma. En esta segunda escena es el mismo Jesús, ya como Señor Resucitado, quien sopla sobre sus discípulos al Espíritu Santo. Antes los ha saludado, dos veces, con el don de la paz: "¡la paz con ustedes!" No se trata de coincidencias. El narrador ha vinculado deliberadamente la muerte de Jesús en la cruz con la resurrección y la entrega del Espíritu Santo. Pareciera que se trata de distintos ángulos o dimensiones de una misma y simultánea experiencia: la muerte en la cruz, la resurrección, el don del Espíritu. Porque fue muriendo como Jesús resucitó; y fue resucitando que nos dio el Espíritu Santo prometido en la noche de

La vuelta de Jesús al cielo

Mateo 28,16-20 Se trata del final del evangelio según san Mateo, y es la escena que ilumina la fiesta de la ascensión de Jesús al cielo. Y aquí comienzan las dificultades, porque la subida de Jesús al cielo es algo que tal cual sólo nos lo cuenta san Lucas, en su evangelio y en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Es curioso todo esto. Porque celebramos que Jesús se va, que regresa al cielo, pero en el evangelio Jesús no dice que se va, sino que se queda, que se queda con nosotros, todos los días hasta el fin del mundo, reservándose la información de cuándo ocurrirá. Así no hay necesidad de andar aclarando a cada rato porqué el mundo no se ha acabado. ¿Cómo entender, entonces, ambas situaciones, la del final del evangelio de Mateo, con la vuelta de Jesús al cielo? Evidentemente, lo primero que hay que reconocer es que no se trata de trazar los mapas de la geografía del más allá, en la que se sitúa al cielo arriba, con Dios, los santos y los ángeles; y el infierno abajo, con el diab