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Mostrando entradas de marzo, 2010

Noche de Jueves Santo

Jn 13,1-15 Desde siempre la hemos llamado "la última cena"; pero casi desde siempre la hemos considerado "la única cena", aquella cena o banquete en que Jesús instituyó la Eucaristía, su presencia real en el pan y en el vino. Lo cierto es que estrictamente hablando ni fue la última ni mucho menos la única. Tampoco hubo una institución formal. Lo que hubo fue una cena de despedida. Muchas veces comió Jesús con sus amigos; muchas veces y de muy especial manera, tan especial, que Jesús era conocido por sus comidas, por su manera de comer, por sentarse siempre a una mesa vestida con manteles de fiesta; por su mesa siempre con un lugar puesto para quien había sido rechazado de otra conmida; por sus manos de trabajador que se llevaban sin vergüenza el pan a la boca ganado con el sudor; por partir su pan y compartirlo con los suyos; por su vino, que siempre hizo de cada comida una fiesta llena de vida y de alegría; por su comida siempre acompañada de historias bellas que h

Domingo de Ramos

Lc 19,29-40 y Lc 22,14-23,56 Domingo de Ramos. Inicio de la Semana Santa. Hoy se tendrá una doble lectura del evangelio. La primera es el relato de la entrada de Jesús en Jerusalén; más de la mitad del evangelio de Lucas narra el viaje de Jesús a Jerusalén, que finalmente culmina. De este pasaje toma el nombre este día. Jesús entra a Jerusalén y la gente lo aclama con gritos y palmas en las manos. Aunque en realidad Lucas no menciona las palmas ni los ramos, pero ni modo de suprimirlos por eso. Lo importante está en los otros detalles que nos da el evangelio. Primero, Jesús es recibido como rey, pero no se le menciona como tal, no se dice que sea rey; éste título sólo se le dará en la cruz; y no lleva corona, la única que le pondrán después será la de espinas. Segundo, es rey; pero a diferencia de los reyes de la tierra, Jesús no monta un brioso corcel pura sangre, sino un modesto burro que además ¡es ajeno!, este "rey" no tiene ni un burro, mucho menos tendrá un ejército. T

Del adulterio a la misericordia

Juan 8,1-11 Una bellísima escena. Una mujer sorprendida en adulterio, arrojada a los pies de Jesús, que enseñaba a la gente en el Templo de Jerusalén. Es una prueba que le ponen a Jesús sus adversarios. La Ley de Moisés sanciona con la lapidación a la mujer adúltera, ¿y al varón adúltero? Parece que la Ley de Moisés discrimina en la aplicación de sus penas. Jesús se agacha, se abaja, se pone a la altura de la mujer, y escribe en la tierra. Los adversarios, expertos en la Ley de Moisés, se desesperan; Jesús los desafía, la frase es famosa: "El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra." Después la gente se retira y Jesús vuelve al suelo, y sólo quedan él y la adúltera, que ya para entonces está de pie. Su diálogo con Jesús se da de pie. El movimiento descendente de Jesús me lleva a pensar en la encarnación como un proceso de abajamiento de Dios al dolor del ser humano, en este caso una mujer que ha equivocado su vida, pero que ha sido discriminada, ninguneada y e

San José

Mc 14,32-36 Imaginemos la escena bajo la noche clara de la luna llena en el Huerto de los Olivos. Caminan doce hombres, sus pies y sus sandalias cubiertos de polvo. Una pausa. El que va hasta adelante hace una seña y otro tres lo siguen. Continúan avanzando. Otra pausa. Ahora el hombre camina solo. Sabemos su nombre. Lo vemos caer de rodillas, rasgando con sus dedos la tierra. Con dificultad se escapan lágrimas de sus ojos apretados, para confundirse con el sudor sobre su barba, temblorosa, como todo él. Por un momento alcanzamos a ver sus dientes sobre los labios. Su corazón es un tambor que llama a combate. Sabe que va a morir, y se da cuenta, de pronto, que está sintiendo los latidos que tantas veces imaginó. Muchas veces, cuando niño, su madre le narró lo sucedido. «Fue una noche larga, oscura. Tu padre me despertó sobresaltado, se volvió para fijar su mirada en ti. Después te levantó, con la mano izquierda sobre tu cabeza y la derecha sobre tu cuerpo, te apretó contra su pecho y

El Padre bueno

Lc 15, 1-2.11-32 Cuarto domingo de cuaresma. La liturgia nos presenta la muy famosa y mal llamada parábola del hijo pródigo. Lo "peorcito" de la sociedad de Jesús se presenta ante él para escucharlo. Jesús les cuenta tres parábolas, ante la murmuración de la "gente buena", los fariseos y los maestros de la Ley, que también estaban presentes. Tres personajes son los que intervienen en la parábola. El primero y más importante, y gran protagonista, es el padre de dos muchachos; los otros personajes que intervienen son éstos, precisamente. El primero que aparece en escena es el menor, que pide por adelantado su parte de la herencia, misma que despilfarra pródigamente en el extranjero. Cuando se le termina el dinero, tiene que trabajar, y lo hace dando de comer a unos cerdos; para un judío, los cerdos son animales impuros. Entonces decide volver con su padre. Hasta este momento, nada hace suponer que se haya arrepentido, y hasta cabe pensar que vuelve por interés. Imagin

¿Arrepentirse o cambiar?

Lc 13,1-9 Jesús se encuentra rodeado de gente, y está hablándole de la necesidad de reconciliarse con los hermanos, cuando llegan a contarle lo de "aquellos galileos" asesinados por orden de Pilato mientras ofecían sus sacrificios, seguramente en Jerusalén. No hay que perder de vista que Jesús era galileo (Nazaret se encuentra en esa región). ¿Qué esperaban los que fueron a llevar la noticia a Jesús: que condenara el asesinato que Pilato ordenó sobre sus paisanos; que al condenar el asesinato, Jesús llamara a la venganza? ¿O esperaban acaso que Jesús justificara el crimen? En todo caso, tomando partido por uno u otro, Jesús se pondría y pondría a los suyos en favor de unos y en contra de otros. Una postura así, solaparía y favorecería la creación de una interminable espiral de violencia y muerte atizadas por los deseos de venganza. La respuesta de Jesús, sin embargo, no es una astucia que le permita salir al paso de la noticia que acaban de llevarle. La respuesta de Jesús a