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Mostrando entradas de febrero, 2010

Transfiguración del Señor: el Pueblo que espera

Lc 9,28-36; Gn 15 Segundo domingo de cuaresma. Como suele suceder casi cada domingo, escucharemos el inicio de la narración del evangelio con el clásico "en aquel tiempo". Y como también suele suceder, esta frase descontextualiza y diluye sentido al relato. En esta ocasión, se nos ofrecerá la escena de la transfiguración de Jesús en el monte, acompañado por Moisés y Elías, a la vista de sus tres amigos más cercanos: Pedro, Santiago y Juan. Si fuéramos directamente a la Biblia, no leeríamos "en aquel tiempo", sino "ocho días después de haber dicho estas palabras..." Y entonces la pregunta salta inmediatamente: ¿qué palabras son éstas, tan importantes que lo que sigue en la narración está en referencia a ellas? Teniendo a la mano el texto bíblico, uno puede darse cuenta de tales palabras: Jesús anuncia a sus discípulos que el Hijo del hombre morirá, y les dice que quien quiera seguirlo que tome su cruz de todos los días. E inmediatamente les hace una promesa

Tentaciones, desierto y libertad

Lc 4,1-14 Primer domingo de cuaresma. La Iglesia invita a reflexionar y orar el relato de san Lucas sobre las tentaciones de Jesús en el desierto. La escena tiene lugar en los inicios del evangelio, luego del bautismo de Jesús por Juan, y antes del inicio de su actividad pública, que en este evangelio lucano ocurre en la sinagoga de Nazaret, con la lectura que Jesús hizo del profeta Isaías, escena que contemplamos hace cuatro semanas. Tras su bautismo, Jesús fue conducido por el Espíritu de Dios al desierto, donde pasó cuarenta días sin comer ni beber nada. Al final, Jesús sintió hambre. Fue entonces que comenzaron las pruebas o tentaciones, que, no hay que perder de vista, ¡no vienen de Dios! Las tentaciones nacen de nuestras propias necesidades y carencias; nacen de no ocupar nuestro propio ser, de no asumir nuestra propia identidad; puede incluso que nazcan de una falsa concepción de Dios (en este pasaje, el diablo cita o, mejor dicho, manipula la Escritura). La narración de la e

Miércoles de ceniza: arcilla y aliento de Dios

"Eres polvo, y al polvo volverás". Muy conocida la frase, y casi todo el mundo la trae a su mente el miércoles de ceniza. La frase está tomada del libro del Génesis (3,19). Se la dijo el Señor a Adán como parte de los castigos por haber desobedecido la orden que había dado a él y a Eva de no comer el fruto del árbol del bien y del mal. La famosa sentencia del miércoles de ceniza tiene un antecedente en una escena previa: la de la creación del ser humano. Dios, cuenta Génesis 2,7, modeló al hombre con arcilla del suelo, y sopló en su nariz aliento de vida, y el ser humano se convirtió en un ser vivo. Este aliento de vida no es otro sino el mismo Espíritu de Dios (Gn 1,2). Sin embargo, es un gran error creer, a partir de este relato, que el polvo, o el barro, o la arcilla, es signo del cuerpo; y el aliento o soplo, del alma. En la mentalidad hebrea no hay lugar para esta división. Cuerpo es todo el ser humano, en cuanto realidad biológica, espacial; alma es todo el ser humano,

Felices ustedes...

Lc 6,17-26 "¡Discúlpeme, señor Presidente, yo no le puedo decir bienvenido, porque para mí no lo es ... ! ¡Yo no puedo darle la mano!" Todos escuchamos estas palabras a mitad de semana. Las dijo una madre cuyos dos hijos fueron asesinados hace unos días en Ciudad Juárez. Desde su impotencia, por ser débil y vulnerable; desde el dolor de su corazón mutilado por los hijos que le arrancaron, habló con la fuerza de quien no tiene más que sus lágrimas y sus palabras. Pero habló ante el Presidente con toda claridad: "Le apuesto a que si a usted le hubieran matado a un hijo, usted debajo de las piedras buscaba al asesino; como yo no tengo los recursos, yo no los puedo buscar... ¡Quiero que se ponga en mi lugar!" De esto, justamente de esto, nos hablan las bienaventuranzas que este domingo escuchamos en el evangelio de san Lucas. Cuatro bienaventuranzas: "Felices los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios; felices ustedes los que tienen hambre, porque serán saci

En tu Palabra, Señor

Lc 5,1-11 Una doble escena la que nos propone el evangelio de este domingo; un par de escenas superpuestas. Comienza la narración con un gentío reunido en torno a Jesús para escuchar la Palabra de Dios. Y para poder ser escuchado por esa multitud, Jesús sube a la barca de SImón Pedro; se conocen, apenas en la escena anterior Jesús, por el poder de su palabra, ha curado a la suegra de Simón. Y en la escena anterior a ésta, Jesús ha sanado a un endemoniado, y quienes fueron testigos del acontecimiento se asombraron ante la fuerza de la palabra de este hombre. Cuando Jesús subió a la barca, Simón y sus compañeros lavaban ya sus redes. Al terminar de enseñar a la gente, Jesús pide a Simón remar mar adentro, en lo profundo, y echar nuevamente las redes. Simón responde que toda la noche intentaron pescar, y no consiguieron nada. Sólo entonces nos enteramos que la jornada de pesca había sido un fracaso. Pero, continúa Simón, "en tu palabra, echaremos las redes", en la palabra que c