Juan 13,31-35 Dos asuntos deja en claro Jesús en este fragmento de sus palabras en la noche de la Última Cena, apenas después de que Judas saliera para consumar su traición. El primero, la plena presencia de Dios, su gloria, en ese momento y en los momentos venideros, es decir, la plena manifestación de su amor en la cruz, a pesar de la traición y de la negación. El segundo, el mandamiento, la exhortación de Jesús a sus discípulos de amarse unos a otros de la misma manera que Él, el Maestro, los ha amado. De manera que es este amor llevado al extremo el signo de nuestra identidad. Las palabras de Jesús me recuerdan unos famosos versos de Jaime Sabines, los amorosos. Los cristianos, los seguidores de Jesús, tendríamos que ser los amorosos por excelencia. "El amor", dice Sabines, "es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable". Confronta que muchas veces, frente a la que gente nos incomoda, que no nos simpatiza, o que francamente nos repele, n