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Mostrando entradas de noviembre, 2011

Cuidar la casa

Marcos 13,33-37 Nos situamos hacia el final de la vida pública de Jesús. Ha entrado ya a Jerusalén, y ha desafiado al poder religioso judío, que se ha aliado con los representantes del poder político de Roma. Durante esa última semana de su vida terrena, al salir un día del Templo, uno de sus discípulos expresó a Jesús su admiración por la majestuosidad del Templo. Jesús le respondió que un día no quedaría piedra sobre piedra. Los discípulos le preguntaron entonces cuándo ocurriría eso. Jesús respondió con un largo discurso en el que aseguro no conocer ni el día ni la hora, pero los exhortó a estar alertas, y los invitó a observar los signos que distinguirían la hora. Las palabras del fragmento del evangelio de este día son el final de este discurso de Jesús. Y lo último que dice Jesús es una parábola sobre el dueño de una casa que se retira, y encomienda a cada uno de sus siervos que cumpla su tarea, y al portero que vigile la casa, y les pide que estén atentos, porque no sab

La parábola del juicio final

Mateo 25,31-46 Una impresionante parábola, y hoy quiero leerla desde el conjunto que forma con las dos parábolas que la anteceden. Los primeros cristianos tuvieron desde sus inicios la certeza y la esperanza firme de que el Señor Jesús resucitado volvería, y volvería glorioso para llevar a cabo un juicio definitivo sobre la historia, basado en las acciones de cada uno, como persona y como pueblo. Pero el tiempo pasaba y el Señor no volvía. Roma perseguía y mataba cristianos y quizá a no pocos se les apagó en el corazón la luz de la fe y de la esperanza, mientras en otros se encendía el fuego encrespado de la ira y se mantenía la esperanza de la vuelta de Jesús como juez de la historia para cobrar venganza frente al perseguidor. Ante esta situación, el evangelista Mateo quiso dar una respuesta clara. El Señor volvería, ¡claro que volvería! Y vendría como juez, ¡claro que volvería a hacer justicia! Pero Mateo profundizó más en el mensaje de Jesús, y alcanzó a vislumbrar algo más.

Talentos

Mateo 25,14-30 Parábola de los talentos. Un hombre rico que al ausentarse llama a sus criados y les reparte sus talentos, a uno cinco, a otro dos y a otro sólo uno. Y que cuando volvió, el de cinco le dio diez, porque invirtió los cinco talentos y ganó otros cinco. Y el de dos le dio cuatro, porque invirtió los dos y ganó otros dos. Pero el de uno tuvo miedo porque el amo era duro y cosechaba donde no sembraba, así que enterró el talento y fue lo que le devolvió a su regreso. Veinte mil veces he escuchado y leído que Dios a todos nos dio talentos, a quien más, a quien menos... pero que todos tenemos que esforzarnos por explotar y compartir nuestros talentos, y no tener miedo de hacer este esfuerzo. Y que "talento" significa talento, es decir, dones, habilidades...  Pero esta parábola no es un discurso de superación personal. En el contexto social del evangelio el "talento" es dinero, mucho dinero; ni siquiera es moneda, sino más bien como un cheque de una c

Portadores de luz

Mateo 15,1-13 Una parábola bellísima y desafiante. Prestemos atención a la situación inicial de la parábola: 25,1. Diez jóvenes que salen con sus lámparas al encuentro de su Señor. Pero sus lámparas aún estaban apagadas. La parábola nos ubica en una situación de boda. Todo el Antiguo Testamento es el recuento de la Primera Alianza de Dios con su Pueblo, alianza significada en la relación matrimonial. En el Nuevo Testamento, la relación entre Dios y su pueblo llega a su realidad plena y definitiva en las Bodas del Cordero y su Iglesia ( cf. Jn 2,1-11; Ap 19,7-9; 21,9). De lo que se trata en esta parábola de Mateo, pues, es de la relación entre Dios y nosotros a lo largo de la historia, relación que debe ser de amor absoluto, recíproco y fiel. Tras la muerte y resurrección del Señor, los primeros cristianos vivieron con la esperanza del pronto e inminente regreso de Jesús, aunque sin poder precisar el día y la hora; de ello es testigo Pablo ( cf. 1Tes 4,13; 5,1-2). Pero el ti