Mc 7,1-23 Escribas y fariseos venidos de Jerusalén a Galilea se escandalizan porque ven a algunos discípulos de Jesús comer con las manos "impuras". Parece lógico el asunto. Quien tiene las manos sucias, se las lava antes de comer. Es higiene de sentido común y nadie lo pone en duda. El problema no es ése. Lo voy a ilustrar con una anécdota que me sucedió en el taller de lectura y redacción que di este verano. En un ejercicio de comprensión, puse una palabra en el pizarrón, una de esas palabras que comúnmente todo mundo escribe mal. Pregunté a los alumnos si la palabra estaba bien escrita, y uno al instante contestó que sí. "¿Por qué?", pregunté. "¡Porque así estoy acostumbrado a escribirla!" Costumbre fue que escribas y fariseos creyeran que Dios se relaciona con los hombres y las mujeres en términos de pureza. Te mantienes lejos de la impureza, te mantienes cercano a Dios; entras en contacto con impureza (hombres enfermos, extranjeros... ),