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Mostrando entradas de junio, 2019

Un mediodía, de domingo y julio

Lucas 9,51-62 No siempre quise ser sacerdote ni misionero josefino. Lo quise muchas veces, desde niño. Sin saber a ciencia cierta si lo sería, tomé la decisión de intentarlo un mediodía de domingo y julio, en la moderna Catedral de Ciudad Obregón, en Sonora. Afuera hacía un calor de 42 grados; adentro, el aire acondicionado lograba un ambiente agradable. Afuera y adentro son categorías fáciles cuando hablamos de lugares. Pero cuando se habla del corazón y de la voz de Dios, afuera y adentro se confunden; ahí no hay programa de Plaza Sésamo que valga. ¿De dónde venía la voz que yo escuchaba y que decía “Sígueme”, del sacerdote revestido de verde que proclamaba la Palabra en el ambón, al centro, uno poco a la izquierda; o de dentro del corazón de ese joven de 20 años, de bermuda azul y playera tipo polo color hueso, que escuchaba de pie con los ojos cerrados? Pienso en Simón Pedro y en su hermano Andrés, en Santiago y su hermano Juan, los hijos de Zebedeo, que escucharon esa mis

"No he querido saber..."

Lucas 9,18-24 “No he querido saber, pero he sabido.” Con estas palabras inicia Javier Marías su novela  Corazón tan blanco . Eso que el protagonista de la novela no ha querido saber, pero ha sabido, es el suicidio de su imposible tía Teresa, la mujer con la que se casó su padre, antes de casarse con la hermana de Teresa, la madre del protagonista. Suena a chisme, y de esta necesidad de contar los chismes de los que nos hemos enterado sin querer, todos tenemos más de un ejemplo. Unos más que otros. Susanita, por ejemplo. Un día dijo Manolito a Felipe, en la calle: “¿Sabés que en la otra cuadra ponen una juguetería?”. Felipe caminó y se encontró con Susanita, y le comunicó la gozosa noticia: “¿Sabés que en la otra cuadra ponen una juguetería?” Susanita corrió y se encontró con Mafalda, y le dijo: “¿Sabés que en la otra cuadra, al lado del sastre que le hizo el traje de casamiento al hijo de la manicura y la noche de la boda quería cobrárselo en la Iglesia porque el otro se había hec

Perfume de gardenias: La fragancia de su Aliento

Domingo de la Santísima Trinidad Está escrito en más de una pared de la ciudad que uno siempre vuelve a los lugares donde fue feliz. No sólo geográficamente. El corazón también sabe de viajes, y a él no le importan las leyes de la física que hacen imposible viajar en el tiempo. A mí me ocurre con frecuencia. La muerte, el lunes pasado, de Pepe Bustos, la risueña y extravagante cabellera cada vez más blanca de la Sonora Santanera, me llevó al cuarto de mi infancia, un domingo por la mañana, me sacó al patio, me hizo subir las escaleras negras de metal, con algunos peldaños mal soldados, y entrar por la cocina de mi tía Caro al comedor, a la barbacoa traída de Mixcoac por mi tío Jorge y mi papá, mientras las bocinas adornaban el aire con el ritmo de “Perfumes de Gardenias” y las “Luces de Nueva York”. Una mañana se peinaba Manolito frente al espejo, muy enojado, quejándose: “¡Los principales ríos del mundo! ¿Para qué corchos tenemos que aprender los principales ríos del mundo?