Cuentan de uno de nuestros padres que el día de su examen de titulación pidió entrar a solas al veredicto final de sus sinodales. Cuando salió, sus compañeros, expectantes, le preguntaron: “¡Carlitos, Carlitos!, ¿cómo te fue?” Carlitos respondió con fingida jactancia: “Licenciado, por favor”. Yo recuerdo mi examen profesional como licenciado en Economía por la UNAM, la tarde del 22 de octubre del 2001, cuando mi abuelita materna cumplía 83 años de vida; y mi papá, cuatro años de difunto. Carlos, mi amigo y compañero de toda la carrera, presentó su examen profesional el mismo día y a la misma hora en el salón contiguo. Carlos es de Oaxaca y vino a la Ciudad de México a cursar estudios universitarios. Recuerdo un día en que dijo que lo esperara porque iría a Villa de Cortés a visitar a una de sus tías que vivía ahí, en la misma colonia donde yo vivía. Cuando salimos del metro caminamos hacia la misma calle, porque, oh sorpresa, la tía vivía en la misma calle que yo. Cuando llegamos