Mateo 6, 24-34 Conocí la historia por Santiago Posteguillo, la cuenta en La sangre de los libros . Cómo es que a Ángeles Mastretta un día en el Hospital San José los médicos le dijeron que su hija pequeña estaba en coma. Ella preguntó cuánto tiempo podría estar así, y si la pequeña escuchaba. Le respondieron que no se sabía, la única esperanza radicaba en que su hija era joven y los jóvenes generalmente tienen ganas de vivir. Se sentó junto a la cama y cerró los ojos. Estuvo así por un tiempo incalculable, hasta que una enfermera le sugirió que fuera a casa a descansar un poco. Le hizo caso. A medias. Fue a casa pero no a descansar, sino a escribir. Comenta Posteguillo: "Ella era, además de madre, escritora, y los escritores no combaten nunca en silencio. Las palabras son sus armas. Armas de las que muchos se ríen, sobre todo los poderosos, pero siempre se esfuerzan en silenciarlas... por si acaso. Si tanto temen a las palabras, es que realmente son fuertes." Ángeles