1 Pedro 3,15-18; Juan 14,15-21 A todos nos espantan las amenazas y todos hemos sentido miedo. Las amenazas siempre lo generan. La naturaleza muchas veces nos causa miedo. Yo esta noche dormí con miedo; miedo de que durante la noche la lluvia nuevamente volviera a correr por las paredes y los pisos del templo; otros, que han padecido verdaderos desastres, seguro que no han podido dormir a causa del miedo. A veces lo que nos atemoriza es el ambiente social en que vivimos. Cuando me asaltaron y subieron a un carro hace varios años, el miedo me hizo evitar la calle del “levantón” durante un año, un año exacto. Otras veces somos nosotros mismos los que nos damos miedo, el más cercano de la familia, cuando sus reacciones son injustificablemente desmedidas; y quizá el peor de los miedos sea a uno mismo, cuando, por usar las palabras de san Pablo, hacemos el mal que no queremos y no hacemos el bien que sí queremos. Sea lo que sea lo que nos amenace, venga nuestro miedo d