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Mostrando entradas de marzo, 2014

Luz del mundo y vista del ciego

Juan 9,1-41 Casi al inicio de su narración, el discípulo amado nos ha dicho que la Palabra de Dios se hizo carne, y puso su tienda entre nosotros. La carne de la que habla Juan es la carne herida por la muerte, pero es también la carne humana que se trasciende y se relaciona con el resto de la creación por medio de los sentidos. Y al hacerse carne humana, la Palabra de Dios nos habla por medio de todos los sentidos: es el vino nuevo de Caná, el vino que sabe a fiesta de bodas; es el pan solidario que sabe a eternidad; es el agua viva que calma la sed; es la Palabra que habla en verdad, el Espíritu que sopla libertad; es la mano que escribe en la tierra, la mano que amasa el barro; el cuerpo engalanado con el fino perfume de nardo, en Betania y en el sepulcro. Y es también la luz del mundo. Dios nos habla por todos los sentidos porque se nos manifiesta en toda nuestra vida.   Ahora nos cuenta la historia de un ciego, pero la narración, paradójica y significativamente, comienza co

El cántaro de la samaritana y el agua de Jesús

Juan 4,5-42 Un día Mafalda contó a Susanita: "Anoche soñé que mi mamá había estudiado una carrera." "¿Y había ido a la facultad y todo?", preguntó; "claro", respondió Mafalda; "¿Y había conseguido novio?", "¿novio?, ¡no!", dijo Mafalda, "¿así que había ido a la facultad y nada?", preguntó Susanita decepcionada. Ésta que nos cuenta el Discípulo Amado es una historia de las que seguro gustaría mucho Susanita. Es, por donde se vea, una historia de amor. Y amor del bueno. La historia de una mujer que es exactamente lo mismo que el cántaro que carga por la vida: maltrecho, llevado y traído, descascarado, vacío; de barro. Y llega hasta el escenario donde antiguamente se comenzaban los noviazgos: el pozo. Para ella ya quedaron lejos los días en los que iba con ilusiones al pozo, muy de mañana, con el resto de las doncellas, antes de que el sol cayera pesado como loza. Pero ahora es prácticamente una mujer pública y debe salir por

"Es cosa que espanta..."

Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo; de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas cosas, y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la Tierra, que como tenía nombre de padre –siendo ayo- le podía mandar, así en el Cielo le hace cuanto le pide. Esto escribía santa Teresa de Jesús en el siglo XVI sobre san José. Su amor por san José es grande, nadie lo puede negar, y la protección que san José ha tenido sobre el Carmelo también lo ha sido, ni quien lo niegue. Pero a mí lo que me espanta no son las grandes mercedes que realiza san José; las obras de san José me maravillan, y me hacen agradecer infinitamente a Dios por san José. Por el contrario, es cosa que espanta el gran silencio sobre san José; no el gran silencio de san José, su si

Transfiguración: Aunque el miedo muerda

Mateo 17,1-9 Cuentan los estudiosos de la historia del texto bíblico que la llamada escena de la Transfiguración es una experiencia pascual, es decir, una experiencia tenida por los discípulos de Jesús después de la Resurrección del Señor, que al contarse fue retrotraída a un tiempo anterior a la crucifixión, con el fin de paliar en los primeros discípulos el impacto que tuvo ésta; y que ésta es la razón por la cual al final de la escena Jesús pide a los discípulos que estuvieron presentes con él en el monte que no dijeran a nadie nada de lo que habían visto, sino hasta después de la resurrección. Y que la razón de este desplazamiento había sido la de suavizar o mitigar el impacto que la crucifixión había provocado en los discípulos, y que aún no podían explicarse, de manera que si no la podían entender, al menos visualizaban previamente que la crucifixión estaba antecedida de la promesa de la gloria de la futura resurrección.   Narrativamente, la escena está ubicada, efectivame

Adán y Jesús: el desafío de la libertad

Génesis 2,7-9; 3,1-7; Mateo 4,1-11 Se trata del famosísimo relato de las tentaciones de Jesús. Para comprenderlo, no se puede perder de vista que en la escena anterior Jesús ha sido bautizado por Juan, que Dios lo ha reconocido como si Hijo amado, en quien se complace, y que es el Espíritu de Dios, que ha descendido sobre él, quien lo conduce al desierto para ser puesto a prueba.   Si Jesús es el Emmanuel, Dios con nosotros, según vimos en la escena del anuncio del ángel a José; si Dios ha intervenido para que José no abandonara a María, y posteriormente para librar al niño de la muerte ordenada por Herodes, vasallo del imperio romano, es porque Dios tiene el control de historia, cabe entonces esperar un triunfo de Jesús sobre el Tentador. Lo que mantiene la expectativa despierta es que hasta ahora Dios ha intervenido por medio de José, y ahora vemos a Jesús solo, ¿será capaz de llevar a cabo su misión, y ser fiel al Dios que en el bautismo lo ha llamado "Hijo amado"?

Qué comeremos, qué beberemos: Dios o dinero

Mateo 6,24-34 Pues sí. Si yo me atreviera a hacer un ejercicio de estadística, me atrevo a afirmar que apenas dos o tres dirán tajantemente que no les preocupa ni lo que van a comer ni lo que van a vestir mañana. Pero más de una preocupación económica seguro que sí tendrán: renta, pago de toda clase de servicios: luz, teléfono, salud, etc. Son cosas que nos preocupan a todos. Todos hemos tenido esa experiencia, si lo sabré yo, que un buen día me fui de mi casa y supe lo que es no saber cuándo volvería a comer. Y, sin embargo, el mensaje de Jesús en el Sermón de la Montaña nos lanza dos grandes advertencias.   La primera, no ser esclavos del dinero. O somos siervos del Señor, o somos siervos del dinero. No se trata de renegar de la sociedad monetarizada en que vivimos y de irnos todos al desierto, a vivir como ermitaños. Tampoco se trata de ponernos en plan de Chachita y Pedro Infante, y llorar nuestra desventuras por ser "nosotros los pobres·, y renegar de "ustedes los