Juan 9,1-41 Casi al inicio de su narración, el discípulo amado nos ha dicho que la Palabra de Dios se hizo carne, y puso su tienda entre nosotros. La carne de la que habla Juan es la carne herida por la muerte, pero es también la carne humana que se trasciende y se relaciona con el resto de la creación por medio de los sentidos. Y al hacerse carne humana, la Palabra de Dios nos habla por medio de todos los sentidos: es el vino nuevo de Caná, el vino que sabe a fiesta de bodas; es el pan solidario que sabe a eternidad; es el agua viva que calma la sed; es la Palabra que habla en verdad, el Espíritu que sopla libertad; es la mano que escribe en la tierra, la mano que amasa el barro; el cuerpo engalanado con el fino perfume de nardo, en Betania y en el sepulcro. Y es también la luz del mundo. Dios nos habla por todos los sentidos porque se nos manifiesta en toda nuestra vida. Ahora nos cuenta la historia de un ciego, pero la narración, paradójica y significativamente, comienza co