Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de abril, 2013

Amor al extremo

Juan 13,31-35 Desde el inicio del capítulo 13, el evangelio nos ha anticipado muy claramente el contenido de las imágenes que vamos a contemplar de ahí en adelante: Era la víspera de la pascua, dice el narrador, y Jesús, sabiendo que había llegado la hora de volver de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, llevó su amor hasta el final. Veremos a Jesús tirando de su amor hasta el extremo. Parecía ya extremo ver a la Palabra de Dios hecha carne y, sin embargo, veremos al Señor y Maestro de rodillas a los pies de sus amigos, lavando sus pies, como si fuera el último de ellos y el esclavo de todos. ¿Es que creía que sus pies estaban sucios, y necesitaban limpiarse de la suciedad que habían arrastrado a lo largo del camino? ¿O creía que sus pies, cansados del camino, necesitaban frescura y descanso? Quizá Jesús creía las dos cosas.  Lo cierto es que Jesús preguntó a los suyos si habían comprendido lo que él acaba de hacer, y el narrador no dice

Domingo del Buen Pastor

Juan 10, 27-30 Los versículos que escuchamos en esta parte del evangelio corresponden a palabras que el evangelista ha puesto en boca de Jesús. Pero no son palabras dichas al viento. Se trata de una escena bien construida (Jn 10,22-42) que tiene su escenario: el Templo de Jerusalén, durante la fiesta que recordaba la dedicación o unción del altar. Mientras Jesús paseaba por el pórtico de Salomón, se le acercaron los judíos, lo rodearon y le preguntaron: "Si eres el Cristo (el ungido), dínoslo claramente." Jesús les contesta que ya lo ha dicho antes y no le han creído, ni siquiera a las obras que ha hecho. Pero ellos no le creen porque no son ovejas de su rebaño. Este diálogo y la ocasión sugieren que Jesús es el verdadero altar y el verdadero templo, el único y verdadero ámbito de encuentro con Dios; y que lejos de ser un altar en el que se sacrifican vidas, en Jesús el ser humano encuentra vida plena y verdadera, vida definitiva. Sorprendente voltereta se confirma c

La pesca de Simón, los peces de Jesús

Juan 21,1-19 Antes de aquella mañana, y siguiendo la narración del Discípulo Amado, los discípulos en su conjunto habían recibido a Jesús resucitado dos veces en medio de ellos. Y ahora nuevamente los vemos en medio del sinsentido y la soledad, como si todavía trajeran la desazón de la tarde del viernes santo; como si aún no hubieran tenido ningún encuentro con el Señor glorificado. De alguna manera así es la vida. No es que no sepamos que Jesús está vivo y que Dios es amor, lo sabemos y, sin embargo, saberlo no nos quita el sabor amargo de la soledad y del fracaso.  Aquella mañana Pedro sabía que Jesús estaba vivo, lo había visto, lo había escuchado, y hasta había recibido el soplo de su Espíritu. Y esa mañana dice "Voy a pescar" con la voz de quien quiere romper el tedio y la monotonía. Y encima de todo, el mar le devuelve vacías sus redes. Al clarear el día, Jesús le pidió que echara nuevamente sus redes; nosotros sabemos que era Jesús. Para Pedro, no se trató má

Teología en tres palabras

Juan 20,19-31 Apenas ayer, en el facebook de la Biblia Católica para Jóvenes, me encontré con esta idea: "Hay tres lecciones importantes que Jesús nos enseña: Dios siempre nos ama, Dios siempre nos perdona: Dios siempre está presente en nosotros. La religión se supone que tiene que traernos paz, alegría, esperanza, tranquilidad y consuelo. Si no lo hace, entonces algo anda mal..."   P. Martín Padovani, SVD). Yo compartí el pensamiento y lo llamé: Teología en tres palabras . Creo que este párrafo resume el sentido de la escena evangélica de Juan que contemplamos en este día. El gran problema de Tomás no es que no hubiera aprendido bien las lecciones de Jesús, que en el evangelio de Juan es el Maestro por excelencia y el Señor por excelencia. A diferencia del Discípulo Amado, que tenía puesta toda su identidad en el hecho, precisamente de ser discípulo de Jesús, y haber sido amado por Él; que vio y creyó que Jesús estaba vivo, y no necesitó más pruebas para aceptarlo: a