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Mostrando entradas de enero, 2011

Pobres y solidarios: las bienaventuranzas

Mateo 5,1-12 El famoso texto de las bienaventuranzas, el inicio del famoso "sermón del monte", el primer gran discurso de Jesús en el relato del evangelista Mateo. El inicio del discurso tiene su escenario: una montaña, que es el primer espacio del Antiguo Testamento en que el ser humano se encuentra con Dios. Tiene sus destinatarios: los discípulos, mujeres y hombres que están dispuestos a dejar que Jesús modele sus vidas, que desean configurar su estilo de vida con el de Jesús, el Mesías que ha vencido en el desierto las tentaciones del dinero, el poder y la fama. El discurso tiene también su ocasión: la mirada de Jesús, que se detiene en la muchedumbre que lo busca para ser curada de todos sus males. Es a partir de la humanidad doliente que Jesús enseña a los suyos. ¿Qué les enseña? ¡Que el reinado de Dios es de ellos, de los que son pobres, de los que sufren, de los que sufren porque son pobres! En el evangelio de Mateo, Jesús despliega su discurso de bienaventuranza en d

Desplegar el reinado de Dios

Mateo 4,12-23 Estamos ante la escena final del primer gran bloque narrativo de Mateo, en el cual el evangelista nos ha presentado al protagonista de su relato y sus orígenes: a Jesús, el Hijo de Dios, hijo de David e hijo de Abraham, nacido por la acción del Espíritu Santo en la esposa de José, sobre quien descendió el Espíritu Santo en el Jordán para conducirlo luego al desierto, donde se enfrentaría a sus tentaciones, y de donde volvería para establecerse en Galilea, en la tierra de Zabulón y Neftalí , es decir, en la tierra de las tribus de Jacob, en la tierra prometida por Dios a su pueblo, lo cual no es decir cualquier cosa, si tomamos en cuenta que justamente sobre esas tierras había impuesto Roma su gobierno. Ahí, en Galilea, la marginal Galilea, la Galilea de los gentiles, siguiendo con la cita de las Escrituras, el pueblo que habitaba en sombra de muerte vio una gran luz. ¿Cómo se puede ser luz en tinieblas de muerte? ¿Cómo se puede vivir bajo el reinado de Dios cuando en la s

El Cordero de Dios o el chivo expiatorio

Juan 1, 29-34 La escena está casi al inicio del cuarto Evangelio, y es la primera en la que aparece Jesús, tras la presentación de Juan el Bautista y de su ministerio. Se trata de la escena del bautismo de Jesús, que recordamos la semana pasada, sólo que ahora no se menciona el hecho de que Juan haya bautizado a Jesús, quizá a los primeros seguidores del Maestro no les gustaba imaginarse a Jesús recibiendo un bautismo para el perdón de los pecados, y sólo vemos a Juan presentándolo, diciendo: "Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo." Después dirá que ha visto descender sobre él al Espíritu Santo, que bautizaría no con agua, sino con Espíritu Santo, y que era el Hijo de Dios. La figura del Cordero de Dios no es cualquier figura. Se trata quizá de uno de los signos religiosos más importantes del judaísmo. El cordero es la cena de la noche de Pascua, la noche de la libertad, la cena con la que el pueblo hebreo recordaba que había dejado de ser un puñado de esc

"¡Ojalá rasgaras el cielo y descendieras!"

Mateo 3,13-17 Se trata de la escena del bautismo de Jesús por parte de Juan. Jesús es aquel del cual el bautista acababa de afirmar que detrás de él vendría uno que bautizaría no con agua, sino con el Espíritu Santo. Y en efecto, no parece que aquí lo importante sea el bautismo de Jesús por medio de la inmersión en el agua. La inmersión en el agua es más bien un rito de purificación, y no parece que Jesús tuviera algo de la cual purificarse. Quizá por ello la narración del evangelio presenta a Juan resistiéndose a bautizar a Jesús, reconociendo que es él, Juan, quien necesita ser bautizado por Jesús. La respuesta de Jesús es por demás enigmática: para que se cumpla con toda justicia. Y uno se pregunta: ¿Cuál justicia? ¿De qué habla Jesús? Inmediatamente, Jesús es bautizado por Juan, pero al emerger del agua, el cielo se abrió y el Espíritu bajó a la manera de una paloma y se posó sobre Jesús, y una voz del cielo dijo: "Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco." Parece qu

Ni reyes ni magos

Mateo 2,1-12 Casi parece una página de Las mil y una noches, pero es una página de la Biblia, del evangelio de Mateo, la que nos cuenta la historia de unos hombres sabios, estudiosos de las estrellas, que se han puesto en camino para buscar al Mesías. La tradición y la fantasía han completado lo que el evangelio no dice. Para nosotros, es muy natural decir que se trató de tres reyes, a los que llamamos reyes magos, o santos reyes, y les pusimos corona, aunque el evangelio no dice que fueran reyes, ni siquiera dice cuántos eran (sólo dice que entregaron a Jesús, como en el bolero mexicano, tres regalos: oro, incienso y mira, no el cielo, la luna y el mar, y de ahí alguien dedujo que eran tres los misteriosos oferentes); les hemos dado nombres: Melchor, Gaspar y Baltazar. Les dimos también un color de piel: un güero, un moreno y un negro (las conciencias escrupulosas han de leer, en lugar de negro, "de color"). Les asignamos también su vehículo: caballo, camello y elefante, en