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Mostrando entradas de septiembre, 2013

Dinero y misericordia

Lucas 16,1-13 Dice el Papa Francisco que el mensaje del Evangelio es un mensaje de salvación y, en consecuencia, el mensaje de la Iglesia también debe ser siempre un mensaje de salvación. El texto de san Lucas es a todas luces salvador. A primera vista parece un texto centrado sólo en el dinero, en la necesidad de que el dinero sea administrado siempre, fielmente, no sólo con honestidad, sino también con eficiencia, tal como se deduce de la habilidad del administrados o mayordomo de la parábola que nos cuenta Jesús. Pero si nos quedamos aquí, a lo mejor tenemos que darle la razón a Susanita. Viendo a dos niños que pedían limosna, Mafalda fue al botiquín de su casa, tomó un curita, y se preguntó: "Bueno, ¿y cómo hace uno para pegarse esto en el alma?". Más tarde se encontró con Susanita, y ésta le dijo: "A mí también me lastima ver gente pobre, ¡créeme! Por eso, cuando seamos señoras, nos asociaremos a una fundación de ayuda al desvalido, ¡y organizaremos banquetes en

María: Consuelo y Esperanza de Dios

Juan 19,25-27 La escena es apenas un momento de la larga secuencia de la pasión y muerte de Jesús en la cruz. El testimonio del Discípulo Amado nos presenta a María de Nazaret, con María de Cleofás, María Magdalena y el mismo Discípulo Amado contemplando al Hijo Crucificado. Serán testigos de su costado herido, de su corazón traspasado. La imagen del Santuario de nuestra Señora del Consuelo, en la Parroquia del Espíritu Santo, quiere retratar de cuerpo completo a María en estos momentos. Es una imagen que se contempla en silencio. Nosotros usamos la palabra "consuelo", para decir que queremos aliviar la pena o el dolor de alguien. Y no pocas veces la usamos casi como sinónimo de "resignación". Pero no me imagino al Discípulo Amado o a María Magdalena queriendo consolar a María; no me imagino qué palabras podrían haber utilizado. Ni siquiera me atrevo a imaginarlos rompiendo el silencio con que María contempla la escena, con su propio corazón también herido y

Violencia y seguimiento

Lucas 14,25-33 Las palabras de Jesús son aparentemente duras. Viendo que lo sigue mucha gente, se dirige a sus seguidores para plantearles el alcance de sus exigencias. Lo primero que les pide es el odio a la propia familia. Apenas ayer la Iglesia celebró una jornada de ayuno y oración por la paz en todo el mundo, particularmente en Siria; apenas ayer volvíamos a sentir la necesidad de recuperar la reconciliación y el diálogo como los medios que Dios nos da para el entendimiento y la construcción de la gran familia humana, y ahora Jesús utiliza el duro lenguaje del odio y, peor aún, el odio hacia la familia. Para entender estas palabras, hay que situarnos en el contexto de la sociedad de entonces.  En la época de Jesús, la persona era entendida más en términos de grupo o de familia que de individuo, por eso no era tan extraña, como ahora nos parece, la idea de que Dios castigara en los hijos los pecados de los padres. Una persona se definía y sólo podía comprenderse como parte d