Marcos 1,12-15 La narración que escuchamos dice que el Espíritu empujó o impulsó a Jesús al desierto, donde fue tentado cuarenta días por Satanás, y que estaba entre fieras, y que los ángeles le servían. Y que después se fue a Galilea y anunciaba la buena noticia de la llegada del Reino de Dios, e invitando a la conversión. Pero la narración del evangelio dice antes que Juan apareció en el desierto predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, y que venía gente de todas partes. Y que un día vino Jesús, al desierto, se entiende, y fue bautizado por Juan, en el desierto, se entiende. Y que entonces el Espíritu descendió sobre él, y escuchó del cielo la voz del Padre que decía: “¡Tú eres mi hijo amado!” ¿Cómo pudo, entonces, el Espíritu empujar a Jesús al desierto, ¡si ya estaba en el desierto!? Evidentemente no se trata de un error del narrador, que no era ningún tonto. Más bien hay que entender que aquí el desierto como escenario no se refiere a un l