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Mostrando entradas de mayo, 2013

A su imagen y semejanza: la Santísima Trinidad

Juan 16,12-15 Allá en Aldama, en una de las paredes del molino de nixtamal que había en la casa de la familia, y que era uno de los dos molinos del pueblo, reposa desde hace muchos años una vieja imagen enmarcada de la Santísima Trinidad. No sé qué tan común sea, no he visto muchas así, pero no creo que sea rara. Delante de ella siempre había una veladora de vaso generalmente encendida, la cuidaba mi tía Clemen, aunque ella hace un año que no necesita de la luz de la veladora, porque la luz de la Trinidad y su misterio resplandece en ella. La imagen está cubierta por un vidrio, y el vidrio está cubierto de hollín. Debajo del velo de ceniza, sin embargo, se distinguen perfectamente a las tres distintas personas de la Trinidad. Pero lo de "distintas" es un decir, pues esta imagen lo que muestra son tres 'Jesuses' dispuestos en forma triangular,  pero los tres son idénticos, tres varones jóvenes, con barba apenas distintos en la posición de los brazos, los tres s

El Espíritu: Viento y Fuego

Hechos 2,1-11 Con toda la intención de impactar el ánimo de su lector, el narrador de los Hechos se vale de las imágenes del viento y del fuego para describir la experiencia del Espíritu Santo sobre la comunidad de los seguidores de Jesús, reunidos en el Cenáculo, en compañía de la Madre del Señor. Ambas son imágenes de fuertes evocaciones bíblicas. La primera que viene a mi mente es la del profeta Elías en el monte Horeb, perseguido a muerte por el rey Ajab, tras la destrucción de los ídolos de su esposa Jezabel; y el profeta sufría por amor al Señor, porque el pueblo había roto su alianza con Él (1 Re 19,9-18).  Viento fuerte e impetuoso fue la primera experiencia que tuvo Elías en el monte Horeb, y dice la Escritura que ahí no estaba el Señor; que vino luego un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto; que al terremoto siguió un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego, que finalmente vino una brisa suave, y que Elías se cubrió el manto y salió de la cue

Subir al cielo

Lucas 24,46-53 Cada año celebramos, hacia el final del tiempo de la Pascua, la ascensión de Jesús al cielo, ocurrida, según el libro de los Hechos de los Apóstoles, a los cuarenta días de la resurrección. Los Hechos de los Apóstoles es un libro escrito por el evangelista san Lucas; y es el único de los cuatro evangelistas que nos narra este acontecimiento. Así que en este año litúrgico, en que la Iglesia ilumina sus celebraciones con la narración evangélica de san Lucas, lo podemos celebrar con toda propiedad. Queda la duda, ya alguna vez comentada de cuándo ocurrió, para Lucas, la ascensión: la noche del mismo día de la resurrección, o cuarenta días más tarde. Y salvo que digamos que padecía demencia senil, más bien hay que pensar que Lucas quiso mantener la diferencia en los datos intencionadamente.  Desde el punto de vista de los demás evangelios, lo que queda claro que el Señor resucitado se quedó entre nosotros, aunque de una manera misteriosa, y lo que importa es, por un l

La Casa de Dios

Juan 14,23-29 Las palabras de Jesús forman parte del gran discurso que el Maestro dirigió a sus discípulos la noche de la Última Cena. Consciente de lo que va a pasar con Él, interpreta su muerte como un viaje a la Casa del Padre, a la que Él irá para prepararnos un lugar, entonces volverá y nos llevará consigo, para que donde esté Él estemos también nosotros. Así las cosas, parece que Jesús nos está preparando para dejarnos un tiempo solos, sin Él. Pero conforme avanza su discurso, nos dice: "No los dejaré huérfanos, regresaré con ustedes. El mundo dejará de verme dentro de poco; ustedes, en cambio, seguirán viéndome, porque yo vivo y también ustedes vivirán. Cuando llegue aquel día, reconocerán que yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes." En realidad, nunca Dios nunca nos ha dejado solos. Desde el inicio de la historia, el Padre ha estado con el ser humano. Él fue quien nos formó de la tierra, modelándonos con sus propias manos, quien nos llamó a la vida