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Mostrando entradas de junio, 2012

La semilla y la tierra

Marcos 4, 26-34 La narración de Marcos, después de las primeras curaciones de Jesús, de la conformación de su grupo de seguidores más cercanos, los Doce (símbolo del nuevo Israel), y de la nueva familia vinculada no por la sangre sino por el Reinado de Dios, nos ofrece ahora dos parábolas, precisamente, sobre la realidad de este nuevo Reinado. Uno, la parábola del grano que un hombre arroja en la tierra. El hombre siembra, pero es la tierra la que acoge, madura y hace fructificar. Segundo, la del grano de mostaza, el más pequeño de los granos que, sin embargo, tiene la capacidad de crecer y dar cobijo con su sombra a las aves. Creo que todos tenemos la experiencia. Iniciamos con todo el entusiasmo: los proyectos, los caminos, los grupos, la vida misma. Pasa el tiempo y sentimos el desgaste de la fuerza, los resultados no se dan y el ánimo cada vez se viene más abajo. O bien, los proyectos quedan a la mitad. La vida humana nos confronta también. Gente que muere antes de tiemp

Nueva casa, nueva familia

Marcos 3,20-35 Una extraña combinación de escenas. Jesús acaba de bajar del monte, donde constituyó a su más cercano grupo de discípulos, los Doce. Ellos han sido testigos de sus primeras curaciones, del perdón que ha regalado en nombre de Dios, de sus primeras comidas con los pecadores, de su desafío al templo y al sábado como sistema religioso. Con ellos iniciará la construcción de una nuevo proyecto, una nueva casa, a la que llamará Reino de Dios, y una nueva familia, la familia de los hijos de Dios. Pues bien, habiendo bajado del monte, Jesús volvió a casa. Su familia se enteró y fue por él, con la intención de llevarlo con ellos, pues creían que estaba loco. Los escribas y fariseos creían que estaba endemoniado; en realidad, es la misma creencia. Jesús se defiende apelando al Espíritu de Dios, pues es acusado de estar poseído por un espíritu inmundo. Hacia el final, nuevamente aparece la familia de Jesús, su madre, sus hermanas y sus hermanos, que llegan a las afueras de

"En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo"

Mateo 28,16-20 La escena es el final del evangelio. Jesús resucitado se presenta a los suyos, y los envía a predicar por todo el mundo y a bautizar a todos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Hoy la consideramos porque este domingo en la Iglesia confesamos y celebramos a Dios como Trinidad. Mucho se ha discutido a lo largo de la historia, especialmente en los primeros tiempos cristianos, sobre la naturaleza, la unidad o  las personas que integran a Dios. La fe de la Iglesia confiesa a Dios como Trinidad. No es un problema de matemáticas teológicas. Trinidad es un modo de decir que Dios es Amor, es Amante y es Amado. No hay amor sin amante ni amado. El Padre ama al Hijo, y el Hijo ama al Padre. Al amor con que se aman recíprocamente lo llamamos Espíritu Santo. Insisto, es una manera de hablar de Dios, pero confesamos que en este modo de hablar hay verdad. La verdad del Amor.  En griego, la palabra "bautizar" significa "sumergir". Antigu