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Mostrando entradas de julio, 2011

Los panes de Jesús

Mateo 14,13-21 La escena tiene fuertes contrastes con escenas anteriores, especialmente con la inmediatamente anterior, que es el banquete en el palacio de Herodes en que se decidió la muerte de Juan el Bautista. Narrativamente, la vinculación está destacada por la indicación que da el evangelista de que al enterarse Jesús de la noticia, se retiró a un lugar desierto, apartado; ahí lo siguen las multitudes, a las que mira con compasión. Y es esta mirada la que desatada las acciones que culminarán en la multiplicación de los panes. Herodes vive en el centro del poder, en la capital Jerusalén; Jesús marca su distancia del poder retirándose a los márgenes. Herodes tiene poder sobre la gente, incluso sobre su vida, pero la gente busca a Jesús, y Jesús se deja encontrar por ella, y la mira con compasión; ve que la gente anda como ovejas sin pastor, porque los pastores viven alejados de ella. Y cura sus enfermedades. Y cuando la noche se avecina, siente como propia el hambre de quienes lo ha

El tesoro, la perla y la red

Mateo 13,44-52 Se trata de la conclusión de una serie relativamente larga de parábolas cuyo común denominador es la manera en que Dios actúa y salva; es decir, son parábolas que ilustran cómo es el reinado de Dios. Ahora nos encontramos ante las últimas tres parábolas, que Jesús no contó al conjunto de las multitudes, sino sólo a los discípulos en la intimidad de la casa común. Es, pues, un mensaje para nosotros. La primera parábola es la del hombre que encuentra un tesoro oculto en un campo, y vende todo lo que tiene, y adquiere el campo. La parábola me recuerda un verso del poeta Alejandro Aura, que de Dios goza: "mueran los que esperan sentados que el tiempo lo resuelva todo." Hay gente para la cual la vida es una constante rutina vacía de frescura, de novedad, de sorpresa. Todo está aparentemente bajo control. Es un estado que oscila entre el embotamiento de la mente y el corazón, y el acomodamiento cínico. Es la gente del "más vale malo por conocido, que bueno por c

Dios: semilla y levadura

Mateo 13,24-42 Jesús continúa su enseñanza a las multitudes en general, y a sus discípulos en particular, sobre el reino o imperio de Dios. Jesús ofrece tres parábolas, tres pequeñas narraciones que en, en la gran narración del Evangelio, quedan agrupadas por la explicación ofrecida al final de las tres sobre la primera. Las tres parábolas lanzan imágenes sobre cómo reina Dios. No era fácil para los seguidores de Jesús creer que Dios estaba ya reinando, cuando ellos eran una comunidad pequeña, minoritaria y marginal frente al gran imperio romano. La primer parábola pone el dedo en la llaga: el trigo y la cizaña crecen juntos. El trigo ha sido sembrado por el señor dueño de la tierra; pero algún enemigo suyo siembra también cizaña. La tentación es arrancar ésta para crezca aquél. La advertencia de la parábola es evitar la tentación de acabar con el mal, o más en concreto, con quienes se dedican al mal, dejando en claro que el mal no proviene de Dios, aunque no quede claro de dónde venga

La semilla del Sembrador

Mateo 13,1-23 Maté. Pero soy bueno. Lo escuché y le creí por duro que parezca. Y varias veces he pensado en el asunto y en otros casos de los que he tenido conocimiento o de los que he sido testigo. Me he sentado a pensar viendo el atardecer de los días pasados en el noviciado sobre el problema de Dios y el mal. Lo he pensado muchas veces caminando en la playa, el mismo escenario en que Mateo sitúa a Jesús narrando la parábola del sembrador. La comunidad le dio su propia interpretación, según lo que estaba viviendo, a la luz del Espíritu del Resucitado. Y ahora que leo esta parábola, nuevamente viene a mi mente el problema sobre Dios y el mal. Porque así son las parábolas, susceptibles de muchas interpretaciones. Y a mí la parábola del sembrador me ratifica la certeza de que Dios es bueno y todo lo hizo bien, incluyendo al ser humano. En el fondo de cada corazón humano, siempre encontraremos la bondad de Dios. ¿De dónde, entonces, el mal? No lo sé. La parábola dice que salió el sembrad

El yugo de Jesús

Todo comenzó cuando Juan el Bautista, preso en la cárcel de Herodes, mandó preguntar a Jesús si él era el Mesías esperado, o había que esperar a otro. No pareciera que Jesús tuviera la intención de tomar las armas y comenzar una revolución violenta. Pareciera que a Juan no le gustaba lo que oía de Jesús, que se compadecía de lo más débil y vulnerable de la sociedad; que se juntaba con los pecadores, y que decía que Dios es un Padre bueno que ama a buenos y malos. Jesús le mandó esta tajante respuesta: "Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia la buena noticia, ¡y dichoso el que no se sienta escandalizado por mí!" Como Juan había muchos. Les resultaba difícil creerle a Jesús; les resultaba difícil, cuando no imposible, creer en Jesús. Varios no sólo se escandalizaban o se sentían defraudados por él, sino que también hubo quien se burlaba de Jesús o lo rechazaba abiertamente. Sólo los sencillos aceptaron s