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Mostrando entradas de julio, 2010

Vida y riqueza

Lucas 12,13-21 La escena comienza cuando un hombre pide a Jesús que sea mediador entre él y su hermano para repartir una herencia. Jesús rechaza ser árbitro. La escena tiene lugar en medio de largos discursos de Jesús en el que reiteradamente invita a la confianza en Dios. Este diálogo, pues, entre Jesús y el hombre es padagógico para nosotros, lectores del evangelio y discípulos del Señor Jesús: ¡vivimos por Dios, no por el dinero! ¡Dios nos ha hecho familia, y el dinero ha dividido a los hermanos! Creo que todos conocemos al menos un caso en el que el dinero o la propiedad de bienes muebles e inmuebles vienen a romper con la armonía y la unidad de la familia; esto sucede cuando nuestra visión es corta, y nos quedamos con el dinero como el gran fin de nuestra vida, y el medio único y universal para adquirir la felicidad. No por nada en la Escritura el dinero es un ídolo, un dios falso que seduce y al que entregamos nuestra vida; y cuando así lo hacemos, simplemente ya no estamos con

Enséñanos a orar

Lucas 11, 1-13 Dice el evangelio que un día, mientras Jesús oraba, sus discípulos le pidieron que los enseñara a orar. Tal solicitud sólo es comprensible desde la convicción de que la oración era verdaderamente importante para Jesús, que constantemente oraba, y que en el manantial de la oración encontraba alivio para la sed bebiendo descanso y fuerza para el camino. Orar no es rezar; o no es simplemente rezar sin más. Y Jesús, que es Maestro, enseñó a orar. El evangelio nos muestra a Jesús enseñando el padrenuestro, no como una serie de palabras que había que memorizar para hacer la primera comunión, ni como penitencia para la confesión (porque ahora resulta que orar con las palabras que nos enseñó Jesús, ¡es un castigo para los pecadores! ¡Orar como castigo! Uno no deja de sorprenderse, y a saber qué pensará el Señor). Además del padrenuestro, el Señor Jesús habló a los suyos sobre tres actitudes en este contexto de oración: pedir, buscar, llamar. Confieso mi recelo y poca simpatía ha

Recibir a Jesús en casa

Lucas 10, 38-42 Una escena simpática que, sin embargo, se ha malinterpretado reiteradamente a lo largo de la historia. Un par de hermanas amigas de Jesús, y éste un día entra en su casa. Marta se afana en el servicio y en cambio María se sienta a los pies de Jesús para escuchar su palabra. Marta se queja ante el Maestro que María la ha dejado sola, pero Jesús le responde que se afana por muchas cosas, mientras que su hermana ha elegido la mejor parte. Primera observación. No hay que perder de vista la escena anterior, que contemplamos el domingo pasado. Un experto en la ley pregunta a Jesús qué hacer para ganar la vida eterna, y Jesús a su vez le pide que le responda qué dice la ley; amar a Dios y amar al prójimo, le responde el legista. Luego Jesús le narra una historia para mostrarle cómo se ama al prójimo; lo que contemplamos en esta escena de Marta y María es una historia que muestra cómo amar a Dios. Segunda observación. Las labores que desarrolla Marta no son labores domésticas,

¿Quién merece el amor?

Lucas 10,25-37 El texto es conocido y desafiante. La parábola del buen samaritano, una de las más bellas y cuestionadoras historias contadas por Jesús. El texto del evangelio es claro, Jesús no amaneció un buen día y dijo lo primero que se le ocurrió, no. Un día se levantó un experto en la Ley del Señor y quiso poner a prueba a Jesús. No se menciona el escenario, pero la anotación de que el legista se haya puesto de pie para poner una prueba a Jesús sugiere que Jesús se encontraba haciendo uso de la palabra, quizá en alguna sinagoga. Si esto es así, Jesús hablaba de Dios y de su reinado, de la vida verdadera, de la vida que consigue su sentido cuando se cumple con lo que el Padre espera de nosotros. La pregunta de la prueba es: ¿Qué hacer para ganar vida eterna, vida verdadera? Sabemos que la pregunta es mal intencionada, y no sorprende que Jesús reaccione ante ella, revirando con otra pregunta cargada de intención: ¿Qué dice la Ley? Amar, a Dios y al prójimo, responde el experto en

El polvo de los pies

Lucas 10,1-17 Un pasaje largo y rico el del evangelio; un pasaje misionero. Varios elementos me llaman la atención. Lo primero que dice Jesús en esta escena es el diagnóstico de la realidad de su tiempo: la cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Generalmente lo hemos entendido como un pasaje para orar por las vocaciones sacerdotales y religiosas en la Iglesia. Y constatamos: faltan pastores y religiosos en la Iglesia, pero no solamente. Cuando Jesús pronunció estas palabras, no veía la falta de ministros, veía una sociedad necesitada del Reino de Dios, y constataba la urgente necesidad de portadores del evangelio; es decir, de la Buena Noticia del Amor de Dios. Lo que Jesús vio en su momento, lo vemos hoy: la cosecha es mucha, y los trabajadores pocos. Jesús ya había enviado a los Doce Apóstoles a predicar el Reino, y no fue suficiente, por eso ahora envía a setenta y dos discípulos. La necesidad de Dios y de su Reinado requiere del trabajo no sólo de los apóstoles (sacerdotes y re