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Mostrando entradas de noviembre, 2009

El Señor que viene

Lc 21,25-28.34-36 Este domingo comienza el nuevo año litúrgico, comienza con el llamado tiempo de adviento. "Adviento" significa venida, y es un tiempo dedicado en la Iglesia a preparar la celebración de la venida del Hijo de Dios, de Jesús a nuestro mundo y a nuestra historia. Pero también es un tiempo para pensar en la "parusía", en la venida plena y definitiva de Jesús como Señor de todo cuanto ha sido creado, como sentencia última de Dios sobre la historia. Por eso en la Iglesia la lectura del evangelio no comienza en el año litúrgico como Dios mandaría en otros casos, por el principio; en la liturgia las cosas comienzan como normalmente suelen terminar, o sea, por el desenlace. En los domingos de este nuevo año litúrgico estaremos leyendo el evangelio según san Lucas. Muy bueno sería leerlo una vez entero y de corrido, sin hacer caso de títulos y notas a pie de página, como si estuviéramos viendo una película. Hasta donde comprendo, uno puede entender, disfruta

Cristo Rey: el reinado que necesita este mundo

Jn 18,33-37 La escena es parte del juicio que Pilato, Procurador de Roma, realiza a Jesús. Jesús ha sido arrestado ya en el huerto; lo apresaron soldados romanos y agentes de los jefes de los sacerdotes y los fariseos; con ellos va Judas, el traidor. Jesús ha sido conducido a casa de Anás, suegro de Caifás, el sumo sacerdote, donde es interrogado, atado de manos y abofeteado. Afuera, Pedro ha negado a Jesús. De ahí, Jesús es conducido ante Pilato. El evangelio dice que fue en la madrugada; más que el dato, importa el significado. El evangelista ya nos había anticipado en el prólogo de su evangelio que en Jesús, la Palabra, “estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres; la luz resplandece en la oscuridad, y la oscuridad no pudo sofocarla” (Jn 1,4-5). Los jefes de los judíos llevaron a Jesús ante Pilato porque ellos no podían dar muerte a nadie. Lo acusaron de pretender ser rey. Se trata de una escena dentro de Palacio, los judíos se quedaron fueran, pues no podían entrar en un

Confianza y esperanza: el principio después del fin

Mis muy queridos amigos y hermanos: Desde este día procuraré adelantar mi comentario bíblico dominical, surgido de la lectio divina, al día viernes, en atención a quienes así me lo han solicitado, concediendo en el motivo de la solicitud: como una ayuda para vivir la eucaristía del domingo. Les agradezco sinceramente su lectura y sus comentarios. Mientras escribo, pienso en ustedes. Porque son para ustedes, estas palabras son suyas. Esta primera entrega de viernes muy especialmente dedicada a A.L.A.M. y A.E.C.A. Y son también mi felicitación al nuevo Vicario Provincial de los Josefinos de México, buen amigo y buen hermano, que mucho ha influido y me ha animado para que me haya dado yo a esta tarea que tanto bien me procura. Abrazos. Mc 13,24-32 Se trata de un fragmento del discurso apocalíptico de Jesús. Varias cuestiones hay que tomar en cuenta para leer este texto,antes de ir a comprar nuestra sombrilla de jardín hecha de acero inoxidable por si se nos viene encima el cielo y cuanto

El Dios que se estremece

En el evangelio de este domingo, Jesús recibe a sus doce apóstoles, a los que había enviado a compartir su misión evangelizadora. Cuando regresan, Jesús los invita a descansar, pero la gente los reconoce y se les acerca. Jesús ve a la muchedumbre, y sus entrañas se estremecieron, porque eran como ovejas sin pastor. Jesús se estrameción, se compadeció (padeció con la muchedumbre). A sus ovejas, un pastor las alimenta. ¿Qué siente Dios cuando ve que a sus hijos, que son iguales, que valen lo mismo, y a los que quiere igual, no comen, sin embargo, lo mismo, no se nutren igual; que muchos, ni siquiera saben si comerán mañana? ¿Qué siente Dios cuando ve que no todos sus hijos se alimentan de educación, de cultura, de deporte, de respeto, de dignidad? ¿Qué siente Dios cuando sus hijos no tienen lo mínimo para vivir como lo que son, hijos de Dios? Como a Jesús, se le estremecen las entrañas. A sus ovejas, un pastor las orienta. ¿Qué siente Dios cuando ve que a sus hijos les falta

Mirada de Jesús

Mc 12,38-44 Muy sugestiva la escena final. Jesús sentado frente a las arcas del tesoro en el Templo de Jerusalén, lugar que significaba para el pueblo judío el espacio de encuentro entre Dios y los hombres. Después de hacernos testigos de la última disputa de Jesús con los escribas, a quienes reprocha su presunción, su vanidad, su rapacidad para robar a las viudas con pretexto de largas oraciones, ahora el evangelista nos hacer ver con la mirada de Jesús. Ante las arcas del tesoro, la mirada de Jesús ve más allá de las acciones; sumirada desnuda la verdad del corazón humano. Mucha gente, muchos ricos, lujosamente ataviados (¿cómo sabríamos que son ricos?), que se detienen largos momentos para echar su mucho dinero, aparatosa y escandalosamente (¿o cómo sabríamos que es mucho lo que echan?). Y tras ellos, aparece una viuda, una mujer sola sin marido, sin hijos, sin cuñado, sin varón alguno que vea por ella. Decir que es pobre sería un pleonasmo, de no ser porque "pobre&