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Mostrando entradas de agosto, 2009

Pan para los "impuros"

Mc 7,1-23 Escribas y fariseos venidos de Jerusalén a Galilea se escandalizan porque ven a algunos discípulos de Jesús comer con las manos "impuras". Parece lógico el asunto. Quien tiene las manos sucias, se las lava antes de comer. Es higiene de sentido común y nadie lo pone en duda. El problema no es ése. Lo voy a ilustrar con una anécdota que me sucedió en el taller de lectura y redacción que di este verano. En un ejercicio de comprensión, puse una palabra en el pizarrón, una de esas palabras que comúnmente todo mundo escribe mal. Pregunté a los alumnos si la palabra estaba bien escrita, y uno al instante contestó que sí. "¿Por qué?", pregunté. "¡Porque así estoy acostumbrado a escribirla!" Costumbre fue que escribas y fariseos creyeran que Dios se relaciona con los hombres y las mujeres en términos de pureza. Te mantienes lejos de la impureza, te mantienes cercano a Dios; entras en contacto con impureza (hombres enfermos, extranjeros... ),

¿A quién iríamos?

Todo comenzó con mucha gente alrededor de Jesús. Unos cinco mil hombres. Todos comieron del pan partido y compartido por él. Todos, y aún sobró pan. Sobraron doce canastos. Doce. Quisieron hacerlo rey, y él se alejó. Los que lo buscaron para que les diera de comer, no lo entendieron. Él los exhortó a buscar del pan que da vida verdadera. Les pidió que comieran su carne y bebieran su sangre, que aceptaran su vida entregada hasta la muerte, que compartieran su destino. Que dieran su propia vida hasta la muerte. Sus palabras fueron duras. Y, sin embargo, sus palabras, dice él, son espíritu y vida. Partir la propia vida, darse a comer, es la única manera de alcanzar la vida plena en Dios. No le creyeron. Lo abandonaron como se abandona a un loco. Se fueron los que se escandalizaron. Y quedaron, ¡sobraron!, otra vez, doce. ¿Qué pensó Jesús al verse solo, con los mismos de siempre? ¿Qué vio Jesús en las caras de los que le dijeron que su modo de hablar era insoportable? ¿Qué sin

Comer la carne de Jesús, beber su sangre

Comer la carne de Jesús. Beber su sangre. Sin duda, claras referencias a la comunión eucarística. La discusión de Jesús con los judíos luego de la multiplicación de los panes, invita también a pensar en la eucaristía. Pero todo el discurso y la práctica de Jesús en este capítulo 6 del evangelio de san Juan sugieren algo más. Se intuye. Los mismos judíos se preguntan: ¿Cómo puede darnos a comer su carne? Hay que notar que el texto no dice "cuerpo", sino "carne". ¿Cómo beber su sangre, si en la mentalidad judía la sangre es vida y está prohibido beberla porque pertenece a Dios? Y Jesús insiste: " Si no comen mi carne, ni beben mi sangre, no tendrán vida." Ya al inicio del Evangelio se nos dijo que la Palabra de Dios se hizo "carne". Carne es un término más bien usado para cadáveres. Parece, entonces, que Jesús invita a tomar su vida entregada voluntariamente por él hasta la muerte. "Beber su sangre" confirma la misma idea. Com

El hijo de José

¿No es éste el hijo de José? Es pregunta con la que se quiere denigrar a Jesús, en el evangelio de este domingo. Continuamos la lectura del capítulo 6 de san Juan. Recordemos: la multiplicación de los panes, la gente busca a Jesús, y él los confronta: no lo buscan por él, sino por que comieron hasta saciarse, no interpretaron bien el signo. La gente reprocha a Jesús y le pide signos, él se presenta como pan de vida bajado del cielo. Pero la gente no le creo. Si es el hijo de José, ¿cómo dice que ha bajado del cielo? Jesús insiste: soy el pan de vida, bajado del cielo para cumplir la voluntad de quien lo envió, el Padre, y su voluntad es que ninguno se pierda. En el evangelio, la confrontación de Jesús se da con los judíos, dato importante. La pregunta es retórica y la respuesta es sí. Es hijo de José, el carpintero de Nazaret. Pero es un sí que reviste diferentes connotaciones. Sí, es humano; entonces, ¿no ha bajado del cielo? El problema aquí es que no creemos que Dios se

Jesús, Pan de vida

El evangelio de mañana, como el de los próximos domingos, está en continuidad con el evangelio del domingo anterior. Capítulo 6 de san Juan. Léanlo. Recordemos brevemente. A Jesús lo busca una gran cantidad de gente por los signos que hacía con los enfermos; esto es, por la recuperación de vida que proporciona a quienes más necesitan de ella. Le da compasión esa gente que lo sigue. Por eso piensa en alimentarla. Para los Doce (Apóstoles), el dinero sería insuficiente para darles de comer a todos. Un muchacho, pobre, puso cuanto tenía para compartirlo. Jesús tomó los panes y los peces del muchacho, los bendijo y los repartió. Todos comieron hasta saciarse. Pero la multitud quiso proclamar rey a Jesús, y Jesús huyó solo a la montaña. El que comenzó la escena rodeado de una gran multitud, termina solo, incomprendido. Después de esta escena, viene una que la liturgia se brincó "olímpicamente": Los discípulos se alejan del lugar en una barca. Jesús no va con ellos. Es